12/07/24. Regreso a los cuerpos, a una inquietud plasmada hace poco más de una década: Sobre el cuerpo y otras angustias (una crítica desde el globalismo etnofágico), para signar el énfasis en lo que instituye el sentir cuando se hace ajeno, producto, en la gran mayoría de los casos, de la insistente incidencia de los medios de comunicación social al servicio del capital. Desde allí el fitness parece instaurarse como paradigma de un tipo de “sujeto moderno”, es decir, de aquel que, anclado a una perspectiva unidimensional, escinde la posibilidad de encuentro con su propio cuerpo y por ende, su propio sentir.
Afortunadamente dicha visión no siempre tiene éxito, pero cuando sí lo tiene, aniquila la diversidad que existe en el ser en tanto ser humano, sea hombre o mujer, volviéndola uniforme, con todas sus nefastas consecuencias, por ejemplo, en la ilusión de tenerse para sí, ante la exigencia de “lo otro”, que no es más que el valor mercantil que prescribe una estética determinada.
Es “lo otro” en tanto reproducción cosificante del gusto lo que tacha la posibilidad de florecimiento de la alteridad, es decir, del nos-otros. El ser es pues, el no ser, y es lo que sucede cuando “la moda” fitness es encerrada en la retórica de un cuerpo prescrito por la mera reproducción en tanto cosa, es decir, como objeto cultural.
Hablo aquí de un tipo de fitness que, en consecuencia, no puede ser sino patológico: la exigencia de una figura corporal que se busca no tanto para sentirse bien sino como mecanismo de competencia. Es decir, el cuerpo necesita exhibirse como mercancía siguiendo los gustos instaurados por la industria del consumo, un patrón concreto que no deja jamás tranquilo a quien lo busca, teniendo que recurrir a veces a la cirugía plástica para hacer más plástica aún la persona que ocupa dicho cuerpo.
Así el yo se va forjando como ajeno a dicho cuerpo, cada vez más invisibilizado lo que paradójicamente buscar nombrarse a través de dicha expresividad corporal: el yo soy, la personalidad. La autenticidad, por ende, no tiene lugar.
Ante esto, quiero advertir en esta oportunidad sobre un término poco conocido entre los hablantes de nuestro idioma: el fatness. ¿La cara oculta del fitness? No, pues junto al fitness, el fatness determina el symbolom, es decir, el símbolo de la corporalidad como dualidad: la huella de lo otro que nos indica la multidimensionalidad de los cuerpos que luchan por hacerse sentir en el marco de las contradicciones mismas de la dinámica de consumo, es decir, del capital.
El cuerpo como capital, es pues, el de la polaridad fitness/fatness. ¿Qué significan estos términos provenientes del inglés? Hoy en día pareciera que el fitness tiene que ver con un estilo de vida “saludable” asociado a una permanente entrega al gimnasio, mientras el fatness con todo lo contrario.
Etimológicamente, el fitness quiere decir fit: “adaptar”, cuando se le agrega el sufijo “ness” hace alusión al “estado” del sujeto… así fitness sería “saludable”, el que está bien adaptado a su ambiente… Mientras que fatness sería “el que está gordo”, el que se desborda, que no está bien adaptado…
De esta manera, la acepción ideológica fitness sería estar bien y fatness estar mal. Desde allí, es fácil caer en la trampa de pensar que si no se está fitness se está contra sí mismo, lo cual no sería correcto, porque para estar bien con uno mismo no necesitas estar metida o metido en un gimnasio permanentemente intentando seguir un modelo femenino o masculino proyectado por los medios de comunicación. Para estar bien contigo mismo no necesitas seguir ningún patrón ajeno a ti misma o a ti mismo.
El fitness bien llevado, es decir, como aspiración utópica, sería anhelo del bienestar (en tanto relación mente-cuerpo, y por qué no, espíritu) y trabajar en consecuencia, algo muy diferente al fitness comercial. De igual manera el fatness, ¿quién dijo que una persona “rellenita” no puede estar, ser, sentirse saludable? No son pocas las estadísticas por ejemplo, de personas delgadas que sufren de varias enfermedades…
Ahora, nos preguntamos: ¿Qué tiene que ver todo esto con soberanías sexuales? Que ambos términos nos indican el lugar de las diferencias, de las múltiples polisemias que no permite la dicotomía con las que juega el mercado. Aunque, bien sabemos, quienes dinamizan los capitales que lo motorizan, amplían sus márgenes creando cada vez nuevas categorías para seguir incidiendo en las mentes que figurarán en dichos cuerpos como filosos instrumentos de disección.
Volvamos al título: ¿Podemos intentar ser humanos? Sí, en la medida en que valoremos lo que somos, el cuerpo que tenemos, el cuerpo digno. Sin caer en las etiquetas que formateadas por el mercado y el estilo de vida que prescribe desde el no ser, porque eso es lo que busca el capital por el capital mismo: la borradura de lo humano.
[1] Publicado en el portal Aporrea el jueves 29.5.20
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta
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