21/11/24. Ahora que titulo me cae la locha de entender eso, que la vida de Alvarito fue un bolero, en días bolero son, en otros boleros morunos, bolero ranchero también, muchas veces bolero clásico, o su favorito el bolero mambo Encantado de la vida de Justi Barreto, del año 1951, —estrenado por Benny Moré y Eduardo "Lalo" Montané con la Orquesta de Mariano Mercerón ese mismo año, y la divina versión de Benny con la voz femenina de Nery Landa-, con el que siempre nos saludaba encantado de la vida. Álvaro es el hermano que nunca tuve, lo extraño para despertarlo a las tres de la madrugada y amanecer conversando con él, nunca parrandeé tan sabroso con un amigo, pudo pasar días con sus noches y Alvarito ahí, fue el propio compinche y de eso quedaron cuentos como el bar de las enanas o el cuento del pianista que nos compramos en Santo Domingo, República Dominicana. Extraño no tener un interlocutor tan culto, aunque le hagan el quite Jesús Arteaga, Kike Gavilán, Gabriel Jiménez y Blas Perozo, que también nos dejó. Cuando descubrí a Fellove el año pasado, lo eché de menos burda, porque no sólo se interesaba del tema, si no que se ponía a investigar también.
De las dos charlas en Barquisimeto, el viernes 15 y sábado 16, me quedaron reflexiones que siempre quedan, que, si olvidé tal cosa, o que no les leí la receta de su cuba libre preparada que reseñé en mi libro Su Majestad el ron, o algún cuento que faltaba, pero, sobre todo, en el taxi de vuelta a Caracas, recordé el grato encuentro con Pompilio Santeliz, y la convicción de ir quedando solos sin aquellos grandes amigos. Por ahí resbalé por el recuerdo de nuestra suerte al nacer en las inmediaciones de 1950, lo que nos habilitó como contemporáneos de los músicos salseros y de mucho bolerista también. Yo que tuve la suerte de viajar con Willie y Rubén; una vez de gira por Barquisimeto fui con Álvaro al concierto y los empresarios Richie Bonilla y Edwin La Cruz, me permitieron estar con Alvarito en la tarima; compartir con Celia, Eddie Palmieri, Ismael Rivera, Joe Cuba, Lavoe, Ray Barreto, Larry Harlow, Yomo Toro, Milton Cardona, Mario Bauzá, Rudy Calzado, Chocolate Armenteros, Luigi Texidor. Recuerdo un encuentro encompinchado con Pupi Legarreta en el Palladium, y unos cuantos más; con los cubanos Chucho Valdés, Adalberto Álvarez, Rafael Lay, Pedrito Calvo, Ela Calvo, Elena Burke, César Portillo de La Luz, Emilia Morales, Yina Trujillo y muchísimos más. Muchos desaparecidos ya, pero de lo que me percaté, es que apenas eran mayorcitos que nosotros y por eso vivimos todo el desarrollo de la Fania, como si fuéramos parte de ella. Con los cubanos fue diferente, pero igual el sentido de pertenencia, en La Habana nos tomamos una botella de ron Paticruzao con Elena Burke, y compartimos con Merceditas Valdés, en un café bar de una estación de gasolina enfrente del hotel Riviera, allí llegaban muchos músicos después de las noches de faena musical, y gozamos un mundo. De las cosas tristes, y medio macabras, fue que entrevisté a Rafael Lay, director de la orquesta Aragón, quince días antes de su muerte y me contó su vida desde niño hasta prácticamente su partida. La otra es que una noche hablé con Portillo de La Luz para entrevistar a José Antonio Méndez, y me dijo que todo estaba cuadrado para la noche siguiente en El Rincón del Feeling del hotel Saint John donde tocaban, pero José Antonio no llegó, lo que llegó fue la noticia de su muerte atropellada cuando iba en camino.
Lo de ir quedando solo sin los amigos, lo sentí el viernes después de la charla en la gobernación, un poco agotado pedí irme al hotel y por primera vez en mi vida en “Barqui” donde la palabra descanso no existió nunca, Orlando Pichardo se encargaba de eso, y si no Esaú Azparren, o Víctor Benavides, Tito Núñez, Tomas, Antonio Urdaneta y unos cuantos más, unos por muertos y los vivos porque no fueron. El sábado tuve mejor suerte porque pasé la tarde tomando cervezas en una taguarita cercana al museo, con Luisa Lane, una extraordinaria fotógrafa y realizadora audiovisual que fue a cubrir el evento.
El bolero de Álvaro Montero fue un poema que me lo voy a saltar porque lo he puesto muchas veces, pero quiero cerrar con un cuento de nosotros cantando cuando veíamos a Tomás Musset, que me trae una simpática historia juvenil, que nosotros decíamos: “Ahí viene Tomás con Yoya, ahí viene Tomás”, y al investigar con los años descubrí que realmente era: I'll Never Go Back To Georgia, I'll Never Go Back… ¡Qué nota! Jajaja.