20/02/25.- Antes que algunas de mis adorables amigas feministas de este periódico y sus alrededores, peguen el grito al cielo, o lo que es peor al infierno machista que de cuando en cuando, a veces nos consume, sin querer queriendo, quiero dejar bien claro que las últimas reseñas de boleros de mi querido Agustín Lara sobre las burdeleras de su corazón, fueron fotografías sentimentales de un héroe del amor, porque hay que echarle bolas, —me consta—, a enamorarse de una meretriz, y no morir en el intento, a pesar de aquel botellazo de puta. Agustín es definitivamente la memoria romántica del Caribe. Un símbolo inmortal del bolero y del amor, como alguien diría, que se auto definió, orgulloso, como “ridículamente cursi”. Y vaya que bastante hemos exaltado la cursilería, la suya y la mía, que como mis mejores amigos saben, ha sido tabla de salvación de nuestra poesía almibarada, pero nuestra. Con esa capacidad de saltar de los amores de burdel, al bolero Santa: “Santa, santa mía/ Mujer que brilla/ En mi existencia/ Santa, sé mi guía/ En el triste calvario del vivir”.
...es una serenata clásica que rinde homenaje a la feminidad y la belleza de la mujer desde una perspectiva poética y romántica...
No recuerdo bien si fue Hermann Hesse o Georges Bataille, o tal vez ambos que hablaban de esa pequeña franja que hay entre el santo y el libertino, no recuerdo casos de santos que se hayan pasado a la lujuria, salvo los curas pedófilos, pero eso ya es depravación, y un insulto a los libertinos, que de algún modo tienen su toque espiritual, pero de libertinos a santos, recuerdo al tocayo de Lara, San Agustín de Hipona, o el propio José Mojica, a quien precisamente Agustín le escribe Solamente una vez, a propósito del abandono de la fama como cantante y actor de cine, para convertirse en fraile franciscano. No quiero decir con esto, que nuestro héroe fuera santo, ni mucho menos, pero sí tenía sus arranques de espiritualidad, para no decir santidad. Sino que lo diga la Liga de la decencia, formada por un grupo de inquisidores modernos, bajo la tutela del Obispado de México, cuando prohibió en 1945, el verso: “Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo…” de su bolero Palabras de mujer, y Agustín lo tuvo que cambiar por: “Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios…”
Lo mágico del poeta es que también hizo cantos del amor bueno, sin querer decir que aquellos fueron amores malos, aunque la sociedad moralista aquella, así lo pudiera definir. Me encanta, por ejemplo, cuando hablaba en Granada de amores: “Te sueño rebelde y gitana cubierta de flores/ Y beso tu boca de grana/ Jugosa manzana" en tardes de toros, que era y es por cierto, otro de nuestros afectos que coincide.
Pero el bolero de hoy es Mujer, que arranca por cierto “Mujer, mujer divina/ tienes el veneno que fascina en tu mirar”… con ese preciso venenito del viejo andar, pero cuando sigue: “Mujer alabastrina/ tienes vibración de sonatina pasional/ tienes el perfume de un naranjo en flor", (¡con ese verso se pasa de poeta!) y sigue: "El altivo porte de una majestad/ Sabes de los filtros que hay en el amor/ tienes el hechizo de la liviandad/ la divina magia de un atardecer/ y la maravilla de la inspiración”. ¡Señores recojan los vidrios!...
Agustín Lara es un cultor de la mujer, este bolero dicho por Laudyana, “es una serenata clásica que rinde homenaje a la feminidad y la belleza de la mujer desde una perspectiva poética y romántica”. En otros de sus boleros de alabanza a la mujer bonita como Monísima Mujer se va de cursi, ¡ojo que lo digo como un don, en la onda con que él mismo lo exaltaba!: “Con una dulce melancolía/ Con sobresaltos de ruiseñor/ Con inquietudes que todavía/ Llenan de rosas esplendorosas/ Mi corazón”. Y para cerrar, mejor que lo diga ese recio escritor de La guaracha del Macho Camacho, Luis Rafael Sánchez: “Agustín Lara recala en la grandeza, sea por la melodía, sea por la letra, sea por el sabor que le agrega el giro cursi: un toque de cursilería supone al bolero lo que el limón a la cubalibre”.
¡Llévatela Erasmo Sánchez!
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ