Berlín. Otoño. Años noventa. Una mañana nublada, converso con Hernando en un café del Kurfürstendamm. Tomamos café con torta de manzana. Hablamos sobre nuestro futuro. Pienso que debo decirle la verdad: que todo ha terminado entre nosotros. Pero en lugar de hablar claramente, me muestro evasiva, desconcertada, inquieta y no logro encontrar las palabras apropiadas para expresar mis verdaderos sentimientos…
Abandonamos el café y nos desplazamos (a la velocidad del sueño) hacia lo que queda del Muro de la Vergüenza. En un tarantín cercano, venden pedazos de muro, terrones descoloridos que se desmoronan en las manos de los compradores. Después (siempre manteniendo la velocidad del sueño), nos encontramos en el Checkpoint Charlie. Caminamos alrededor. Tomamos fotos, el Café Adler al fondo. Compramos reliquias de la RDA, medallas, carnets de los oficiales, condecoraciones diversas.
Visitamos el Amerikanischen Sektor y mientras contemplamos los edificios alrededor, emerge de la niebla, nuestro amigo Esteban, quien vive en New York y, sin mediar saludo alguno, me pregunta con un simple y elocuente gesto: ¿…?. Ya lo decidí, le respondo. Estoy clarísima. Ni un día más…
En otra secuencia del mismo sueño, caminamos los tres por una ancha avenida. La atravieso y me encuentro sola, en una acera ancha, plantada de árboles simétricamente dispuestos. Segundos más tarde, Hernando se une a mí. Estamos ansiosos, agitados. Nuestro amigo, quien se había quedado rezagado, reaparece mágicamente. No logro explicarme (en el sueño) cómo, ni en qué momento, Esteban cruzó la avenida.
Estamos de nuevo los tres, apoyados en la baranda de una plaza, desde donde se puede divisar una barraca, al lado de una enorme arcada (la Puerta de Brandenburgo tal vez), de la que emerge una multitud de hombres y mujeres vestidos como para una comparsa. Van enmascarados y en las cabezas, lucen llamativos sombreros de variadas formas y colores. Hernando desaparece, arrastrado por la muchedumbre.
Al final del sueño, me encuentro apoyada contra la reja del Viktoria Park, junto a Esteban que me mira extrañado. Despierto y recuerdo que tengo una cita con Hernando, justo en un café del Kurfürstendamm. Rápidamente, me baño, me visto, y, sin siquiera tomar el desayuno, le pido al mozo del hotel que me llame un taxi, con urgencia…
De Al filo de la vida, 2004.
La autora
Antonieta Madrid
(Valera, estado Trujillo, 1939)
Es escritora y diplomática venezolana, autora de una vasta obra que incluye cuento, poesía, novela y ensayo. Entre sus publicaciones están Reliquias de trapo (1972), No es tiempo para rosas rojas (1975), Ojo de pez (1990) y Novela nostra (1991). Magister en Literatura Latinoamericana Contemporánea, Universidad Simón Bolívar (USB, 1989), licenciada en Educación por la Universidad Central de Venezuela (UCV, 1968). Ha publicado artículos de crítica literaria y otros temas culturales, además de relatos, ensayos y fragmentos de novela en diarios y revistas nacionales y extranjeras.
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA