08/05/25.- ¿De qué color es el amor? La pregunta, sin dejo de ironía, viene cuando mi amiga me comenta que ha visto la película que le recomendé y me dice que lo que más le impactó fue el verde que se mantiene a lo largo de las escenas…
Pienso, inmediatamente, que tal vez el amor es verde, a pesar de Clayderman y Mauriat, le digo y me responde con Cerati que el amor es amarillo, llegando a la frase que esperaba: “depende de quien lo sienta o como se sienta…”.
Me acuerdo entonces que tengo pendiente estas líneas y que más allá del sentido común que a veces parece gobernarnos, el amor no conoce de colores ni de edades, ni de género, el amor existe.
Lo digo como extensión silenciosa de una respuesta que le ofrezco, cuando me dice que el amor es para incautos, para inocentes… y yo insisto, pensando en el libro de la antropóloga Helen Fisher ¿Por qué amamos?
Y le digo que el amor, y no exclusivamente el de pareja, sino también el fraterno, nos sostiene, le concede sentido a la vida. Sin amor no hay vida, la vida es el amor. Suena a frase cursi pero no lo es, no cuando algunos ofrenden sus maravillosas creaciones al universo, pensando en ese ser que amaron o aman y que produjo expresiones, por ejemplo en forma de canciones que hoy constituyen nuestro acervo tan melódico como propiamente espiritual.
Porque sí, porque el espíritu es aquello que nos dinamiza como parte integral e integradora del mundo que habitamos e incluso un poco más allá: lo que no vemos pero existe, lo que hace que el cuerpo sea lo que es.
Nos conmovemos escuchando una canción sea en inglés, en francés u otro idioma aunque no entendamos la letra… la música es el lenguaje universal, solemos escuchar, entonces, ¿por qué, una vez que alguien conoce quien la ha escrito, la deja de escuchar, sea por razones políticas, sea por razones de preferencia de género?
Escribo estas líneas sugeridas por otra amiga, quien me ha contado cómo algunos dejaron de escuchar, por ejemplo, a la gran Tracy Chapman –también antropóloga- cuando se rumoreaba que era lesbiana. De igual manera, en otra época, aunque quizás no tan fuerte, sucedió con Ricky Martin, Elton John, Mercury…
Cuando me cuenta eso, me digo una vez más ¡cuánto nos falta por ser humanidad! Pienso, inevitablemente, en True Colors, una canción que se ha convertido en todo un himno de la comunidad LGBTQ+… ¿Acaso fue pensada, cuando se escribió, para un único objetivo?
La estupidez es grande, y seguirle el juego a la xenofobia, al machismo ciego y cegador, peor. La música, como la poesía y toda expresión artística, no conoce de colores, de preferencias de género, la música, verdad inasible, nos hace humanos, pobre de aquel que se tape los oídos, los ojos, el corazón… porque de él o ella no será nunca el reino de la tierra.
Benjamín Martínez
@pasajero_2