24/07/25.
Sentados en la piedra miraban los círculos del agua. El remolino concéntrico les chupaba las palabras. Roberto le explicaba a su compañero, lento, la determinada coincidencia de la hoja con la gota de rocío. Cómo había revuelto miles de hojas, buscado y rebuscado en miles de bosques antes de dar con su hoja, y entonces, las dificultades de identificación porque no era ni más verde ni más peluda que otras hojas. Y las preguntas de rigor, rellenar formularios, y las huellas dactilares, y que, si este número no corresponde con el serial, y por qué la hoja no tiene cédula y cómo le averiguamos el sexo. Para no hablar de la gota que no era más húmeda ni más circundante y englobante. Sin embargo, a pesar de los milagros espeluznantes, de los misterios de las Tres Torres y del Fantasma de Canterville, la gota y la hoja se encontraron bajo el ala sucia de Roberto.
Entonces el Aparecido se sintió con ánimos de, a su vez, contar una historia de miedo y de terror, y relató algo nervioso, hay que reconocerlo, porque era la primera vez que se aventuraba en este terreno, y temeroso, también es verdad, de que Roberto se riera, la búsqueda y encuentro de una nota musical. Cómo se le ocurrió una tarde hueca, o una noche después de comida (ya uno está harto de la televisión) que tenía una nota escondida en alguna parte, aunque desde luego, no me puedo acordar dónde la he puesto, pero ahí debe estar. Y estimulado con la idea de tener de nuevo consigo la nota que no veía desde que era niño, levantó la tapa de todos los pianos, metió los dedos en todas las trompetas, separó las cuerdas de todos los violines, olió todos los fuelles de acordeón, sacudió todas las flautas y pateó en el lomo (o barriga) de todos los tambores (y no sigo porque aquí se termina mi cultura musical) hasta que por fin, registrando sin esperanza un álbum de discos viejos, ting, ting, ting, la nota resbaló por el piso y rodó hasta sus pies. Roberto, por supuesto, no creyó esta absurda historia, pero le hizo gracia, hasta que el Aparecido se fue con su música a otra parte.
De: "RETRATO FRENTE AL MAR Y OTRAS HISTORIAS (1966-2001) ,2021.
Ana Teresa Torres (Caracas, 1945)
Escritora, académica y psicóloga venezolana. Novelista, cronista, articulista, ensayista e investigadora. Graduada en Psicología por la Universidad Católica Andrés Bello. Se da a conocer en el campo de la literatura venezolana al ganar el concurso de cuentos de El Nacional en 1984. A partir de entonces comenzó a publicar novelas, ensayos y otros estudios. Entre sus numerosas publicaciones podemos mencionar: El exilio en el tiempo (1990), Doña Inés contra el olvido (1992), Vagas desapariciones (1995), Malena de cinco mundos (1997) Los últimos espectadores del acorazado Potemkim (1999). En 1991, gana el Premio de Narrativa del Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas, a la par del Premio de Novela de la I Bienal Mariano Picón Salas en Mérida en el mismo año, siete años después obtiene el Premio Pegasus de Literatura a la mejor novela venezolana de la década, en el año 1998, y en el ámbito internacional se le otorga el Premio Anna Seghers, Alemania en 2001.
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY