26/09/23. “Seguir contando Caracas a través de la crónica es nuestra bandera principal, transversalizada por un lenguaje llano, sensibilidad, humanismo, feminismo y revolución. Contamos la cotidianidad de la gente que respira Caracas, que la siente en el cuero. Por ahí hemos ido y por ahí seguimos”, afirma Niedlinger Briceño, directora, desde 2022, de Épale Ccs –esta revista, pues–, que ahora está arribando a su undécimo aniversario.
“Hemos vivido en una transición del PDF a una revista digital. Fue bastante difícil aceptar ese cambio porque veníamos de la publicación impresa, que se dejó atrás hace casi dos años. Todavía estamos en ese proceso, ajustando asuntos de diseño y diagramación y analizando el comportamiento de nuestros lectores: cómo son las personas que ingresan a la página, cuáles son sus textos favoritos –explica–. Ese monitoreo es fundamental porque para promocionar una revista digital hay que apoyarse mucho en las redes sociales”.
“Tenemos un equipo maravilloso y creativo en la página web, encabezado por la compañera Cecibel Rojas. También en diseño, con María Isabel Guerrero; y los equipos de ilustración, columnistas, redactores y redactoras. Hemos sumado nuevos colaboradores en estos últimos meses, como Rubén Wizotski y su columna de corte filosófico Son tres párrafos; y Rosa Raydán, con Séptima Morada, sobre el cine hecho y narrado por mujeres”.
La directora enfatiza que “lo importante es que cada semana nos sentamos a criticarnos para seguir haciendo ajustes, ver lo que sirve y lo que es necesario cambiar”.
Épale Ccs ha sido un horno del que han salido varias camadas de cronistas o periodistas narrativos, gente que va más allá de las estructuras clásicas del periodismo mal llamado “objetivo”.
Nathali Gómez es parte de ese lote. Empezó como colaboradora. Luego estuvo en la plantilla por año y medio y después se quedó como columnista con El rumor de las bolas, que comenzó en 2015, donde se emplaza el Minimanual, que es su creación más conocida y que ya dio origen en 2021 a un libro de recopilación. “Cuando empecé a colaborar en la revista impresa, me pareció que había llegado adonde quería llegar: escribir sobre la ciudad en tono de crónica. Y cuando estuve en la redacción, era mi trabajo soñado. No podía creer que me pagaran por estar allí haciendo lo que quería hacer. Disfruté mucho ese tiempo de recorrer la ciudad, hablar con la gente que crea, sueña y padece Caracas. Tuve que interrumpir la experiencia porque encontré otro trabajo que me exigía dedicación total. Cada pauta era un reto: cómo contar las cosas cotidianas de la ciudad con un enfoque novedoso, atractivo y emotivo, reflejando también lo que no funciona, lo que nos desagrada y nos da miedo. No era una visión romántica de la ciudad, pero tampoco sombría. Era captarla en su movimiento”.
Gustavo Mérida llegó al horno en moto. “Todo empezó porque Mercedes Chacín publicó una nota en Ciudad Ccs en el que, a mi juicio, fue muy dura con los motorizados, aunque reconozco que a veces provoca serlo. En ese tiempo yo era motorizado y escribí un texto respondiéndole. Decidieron publicarlo y me propusieron escribir en Épale Ccs, que estaba empezando. Mi primer trabajo fue una entrevista con un ‘piedrero’, realizada a las orillas del Guaire. A partir de allí trabajé con entrevistas, reportajes, crónicas, lo que me ha dado la gana y sin censura. Ha sido una experiencia maravillosa durante once años”.
Por su lado, Marlon Zambrano asegura que en Épale Ccs consiguió el espacio perfecto, ideal, para depositar el imaginario que tenía como narrador, escritor y ficcionador. “Como vengo del ámbito del periodismo, sabía que las historias deben ser fieles a la realidad. Uno siempre se consigue historias surrealistas que no sabe cómo contar sin que suenen a ficción. Épale Ccs me dio el espacio para hacerlo. Yo tenía muchos años contando historias que eran de verdad, pero parecían de mentira, en un suplemento cultural llamado Tere Tere. Es decir, que estaba escribiendo crónica, periodismo narrativo sin tener mucha conciencia de ello. En Épale Ccs entendí que hay toda una tradición y una tendencia que permite ese tipo de narración siempre y cuando se fundamente en la verdad. Aquí espero seguir mucho tiempo porque es uno de los pocos espacios donde se puede hacer periodismo narrativo con las características, fortalezas y debilidades de este género. Ha sido para mí una aventura fascinante y un honor estar acá. Caracas, y Venezuela toda, se merecen la crónica, son espacios naturales para ella, para ese periodismo que no se conforma con registrar hechos medibles, sino que apela a la desmesura del hiperrealismo o del realismo mágico que nos aporta la literatura. Es importante que sigamos escribiendo desde la crónica para darle estética, belleza, gracia al hecho de contar las locuras cotidianas que vivimos y que narradas de otra manera, nadie podría creerlas”.
[Nota del redactor: A los demás coautores y coautoras de este horno siempre encendido les ofrezco disculpas por no incluirlos. Es que no caben todos en 5000 caracteres. Menos mal que ustedes saben de eso…].
POR CLODOVALDO HERNÁNDEZ • @clodoher
ILUSTRACIÓN JADE MACEDO • @jadegeas