19/10/23. Con cada vez más frecuencia se admite que, para cambiar el mundo, hacen falta muchas cosas, y pocas son actos extraordinarios. Howard Zinn, el destacado historiador del pueblo estadounidense, pensaba que el verdadero motor de la historia son las personas anónimas que empujan por vivir cada día y no esconden sus ideas. Son ellos los que logran las grandes cosas, los que construyeron las ciudades y monumentos más sorprendentes, aunque luego se los apropie un rey o alguno crea -en especial si la obra es en el sur- que seguro fue cosa de extraterrestres.
Uno de los trabajos que se prioriza para la construcción del mundo de igualdad entre el hombre y la mujer, es la reconstrucción de la historia. Contar que no hubo un día que la tierra girase donde no hubiese mujeres, aunque de la foto oficial, del cuento que fue de boca en boca, no formasen parte. Antes que los sucesos sean parte de esas páginas, son noticias, crónicas y relatos que alguien recopila y de allí, que se visibilice que el periodismo tiene que cambiar.
Así, al viejo lenguaje de la prensa y sus descripciones de crímenes pasionales debe lanzársele a la papelera para dar espacio a prevenir la violencia y rechazar estos actos y se comienza a medir cuántas periodistas ejercen el oficio, cuántas noticias se refieren y cómo a las mujeres, así como observar qué riesgos concretos existen en este oficio.
De esos informes, si los leemos en conjunto, destaca que las mujeres periodistas son víctimas usuales de distintas formas de crímenes de odio, muchas veces conjugados con explícitas amenazas de muerte o de delitos sexuales. Materias en las que parece que no se mejora. Por el contrario, el aparente anonimato de las redes sociales ha venido acompañado con una explosión de estos tipos de desvíos.
Sin embargo, no hay en los tiempos recientes ningún crimen contra las mujeres periodistas, más atroz, que el asesinato de Shireen Abu Aqla, una veterana periodista palestino-estadounidense asesinada, mientras cubría los enfrentamientos, de un tiro certero, que, el informe de Naciones Unidas atribuyó indudablemente a un disparo intencional de un militar israelita. Su homicidio tan atroz e impune fue acompañado de graves perturbaciones en su funeral.
Su trabajo, indudable compañero de la lucha de los palestinos, quedó como un ejemplo de los riesgos que corren las mujeres periodistas en contextos de violencia y su nombre es utilizado como inspiración por sus colegas árabes, persas y palestinas que admiradas agradecen la valentía que tuvo para, durante dos décadas, poner el cuerpo hasta que dio la vida por su verdad.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta