12/10/23. Los romances en la redacción son un tema recurrente en el cine y en las novelas de televisión, sino que lo diga Luisa Lane en su triángulo amoroso en el diario El Planeta, con Clark Kent y Superman, que no por casualidad eran la misma persona. Lo otro son los correos del corazón, tan de moda en periódicos de algunas décadas del siglo pasado, consultorios sentimentales para desahogar desamores y despechos de corazones solitarios o casualmente Miss Lonelyhearts, la formidable novela de Nathanael West, titulada en español precisamente Señorita corazones solitarios. Para no hablar de la columna Sexo en la ciudad de Carrie Bradshaw, personificada por Sarah Jessica Parker en la serie de tv y en la película titulada con el mismo nombre, que sin ser exactamente un correo sentimental, contaba para el diario ficticio The New York Star, las aventuras y andanzas sexuales de ella y sus amigas treintonas, en la ciudad de Nueva York.
Lo que no es muy frecuente es que un periodista del corazón se enamore de una enigmática mujer que lo seduce por cartas, como le ocurrió a Félix B. Caignet, en nuestra historia de la semana pasada. Así que lo más parecido, a un correo del corazón, era el que llevaba Caignet en el Diario de Cuba, de Santiago, una sección patrocinada por cigarrillos Edén en la cual, publicaba cartas de amor y premiaba la mejor de cada día, y firmaba con el seudónimo de A. L. Kanfor,
Por ahí iba la historia de la semana pasada y quedó el pendiente, de lo que pasó por fin. Pues resulta y acontece, como dicen los comentaristas de farándula, que cuando se le perdió la mujer a nuestro héroe, por varios meses le fue creciendo esa sensación de sentimientos encontrados, seguir queriendo y odiar a la vez. “Te odio, y sin embargo te quiero/ Te odio y no puedo olvidarte/ No puedo, vida mía, explicarte/ cómo es que si te odio/ te quiero y te adoro y padezco por ti”. Aquel romance epistolar de alta intensidad, en el exquisito ambiente de la redacción de un periódico, pareció renacer cuando ella reapareció a los meses. Por fin se consumó el amor, pero sin las perspectivas fabulosas que seguramente imaginaron los dos.
Nos vamos entonces con el lacónico relato del redactor: “Pasado algún tiempo del silencio de aquella dama, se reanudó la correspondencia y, al fin, un día, llegué a conocerla; fue indescriptible el encuentro con aquella maravillosa mujer que me hizo incursionar en el mundo de la música y vivimos un romance. Era una mujer exquisita. Al tiempo nos dejamos de ver, pero la recuerdo siempre y continúo queriéndola. Circunstancias especialísimas y poderosas hicieron que se rompiera nuestro idilio. Jamás volvimos a vernos, ella nunca se casó ni yo tampoco”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • 0424-2826098