30/11/23. Cuando la cigarra llegó al barrio de las margaritas, eran pocos los que en este mundo sabían cantar. La cigarra llegó callada, con su traje de tierra y sus patas escondidas. Empezaron a murmurar todos, principalmente la mariposa y el loro. Nadie sabía en el barrio que las cigarras son unos seres hechos de sol y de música. Y en lo que la tarde asomó la cara, la cigarra se abrió el pecho, fue graduando un poco sus cuerdas, modulándolas, y lanzó su canto firme, uniforme, sostenido, un canto que agujereaba el aire, el azul, el cielo.
Entonces comenzó la envidia. Dijo la mariposa a la cigarra:
—No tienes este vestido mío que lo renuevo todos los años con rocíos y estrellas.
Y dijo el pavo real:
—Yo soy feliz porque me hice poner en las alas todas las mariposas del mundo.
Y dijo el loro:
—Yo tengo plumas rojas en las alas y en la cola, y a veces canto.
Y dijo el caracol:
—Yo soy como una perla aplastada que cayó de un mar lejano, por eso no puedo caminar bien, pero mi color es fino.
Y dijo el bachaco:
—Yo cargo con troncos y los escondo bajo tierra para que mis hijos no tengan frío en el invierno.
Y dijo la cerbatana:
—Aunque soy delgada y muda, protejo las rosas. Yo desciendo de la jirafa, lo que pasa es que soy más pequeña.
Y dijo el cigarrón:
—Yo hago mis casas dentro de la madera para que allí nazcan mis hijos, y a mí me copió el hombre cuando inventó el avión. Sé rugir como los aviones y también aterrizar.
Cansada ya la cigarra de tantas palabras, voló a una rama, desperezó un poco sus alas, afinó sus cuerdas, y dijo solemne ante la asamblea:
—Mariposa, tú tienes lindos colores en las alas, pero eres muda, lo mismo que el pavo real, que te robó muchos rojos, verdes, azules, para vestirse, y la belleza eterna no es muda.
—Y tú, pavo real, además, eres necio y fatuo.
—Loro, porque tienes dos plumas rojas en las alas, dices que eres bello, y no has pasado de charlatán.
—Tu, caracol, cállate, no tienes color ni voz; y tú, bachaco, aunque protejas tus hijos, asaltas y robas las hojas de los árboles y también te comes los hijos de las mariposas, los hijos de las lombrices, de las arañas, que tienen derecho a la vida.
—Tú, cerbatana, y tú, cigarrón, ¿para qué sirven ustedes? Una es flaca como una rama difunta, y el otro es hinchado como una semilla. Todos ustedes son torpes. La belleza está, según lo dispuso Dios, en el canto. Cuando un pájaro canta en el bosque, nadie pregunta de qué color será. Ustedes se han reído de mí, porque mi traje es humilde y de color de la tierra. Yo soy el único ser que nació para cantar y que muere cantando.
Cuando amaneció, la mariposa halló al pie de una rosa dos alas casi blancas que se confundían con la tierra, con el aire, que dialogaban con el rocío, con los primeros retoños, con las últimas neblinas.
De: Los cuentos del colibrí (1984).
Carmen Delia Bencomo
(Tovar, 1923-La Guaira, 2002)
Narradora, poeta y dramaturga. Fue maestra de preescolar y bibliotecaria. Lo esencial de su obra estuvo consagrado a los niños. Fue la primera directora del Instituto Zuliano de Cultura. En 2023, con ocasión de su centenario, el Ministerio del Poder Popular para la Cultura creó la Bienal Nacional de Literatura Infantil y Juvenil Carmen Delia Bencomo. Este mismo año, fue la escritora homenajeada en la 19ª Feria Internacional del Libro de Venezuela. En su obra destacan La cigarra niña (1965), Cartilla del aire (1970), Muñequitos de aserrín (1958), Cocuyos de cristal (1965), Los luceros cuentan niños (1967), Los papagayos (1968), El diario de una muñeca (1972), Los cuentos del colibrí (1984) y Cantaclaro (1997). Entre otros reconocimientos, obtuvo el Primer Premio de Teatro Infantil (Dirección de Cultura de la UCV, 1967) y el Primer Premio de Cuentos Infantiles de la Universidad de Carabobo (1983).
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY