04/07/24.
En los tiempos de la ilegalidad, un día llegó a casa del señor Egge un agente que le mostró un documento expedido en nombre de quienes dominaban la ciudad y en el cual se decía que toda vivienda en la que él pusiera el pie pasaría a pertenecerle; también le pertenecería cualquier comida que pidiera, y todo hombre que se cruzara en su camino debería asimismo servirle.
Y el agente se sentó en una silla, pidió comida, se lavó, se acostó y, con la cara vuelta hacia la pared, poco antes de dormirse preguntó:
—¿Estás dispuesto a servirme?
El señor Egge lo cubrió con una manta, ahuyentó las moscas, veló su sueño y, al igual que aquel día, lo siguió obedeciendo por espacio de siete años. No obstante, hiciera lo que hiciera por él, hubo una cosa de la que siempre se abstuvo: decir aunque solo fuera una palabra.
Transcurridos los siete años murió el agente, que había engordado de tanto comer, dormir y dar órdenes. El señor Egge lo envolvió entonces en la manta ya podrida, lo arrastró fuera de la casa, lavó el camastro, enjalbegó las paredes, lanzó un suspiro de alivio y respondió:
—No.
Bertolt Brecht (Augsburgo, 1898 – Berlín Oriental, 1956)
Además de poeta y narrador, es uno de los principales dramaturgos alemanes contemporáneos, padre del teatro épico. De ideas comunistas, Brecht tuvo que escapar de Alemania tras el auge del partido nazi. En el exilio escribió algunas de sus mejores obras como El círculo caucásico de tiza o La vida de Galilei. Su teatro está focalizado en despertar la actividad intelectual del espectador, la toma de conciencia. Busca la reflexión más que la emoción, la razón más que el sentimiento para lograr el efecto de distanciamiento del espectador y actor. Entre sus numerosas obras destacan: Un hombre es un hombre (1929), La ópera de cuatro cuartos (1928), Terror y miseria del Tercer Reich (1938) y La evitable ascensión de Arturo Ui (1941).
ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY