24/04/25.
La envidia: esa doncella castamente llagada.
Ana Enriqueta Terán
Tal vez le sorprenda recibir esta carta sin la intermediación de los editores, pues no es común que los correctores nos escribamos con los autores consagrados, con los mimados de la editorial. Le ofrezco excusas, pero es necesario que le escriba. Durante años he tenido el privilegio de corregir sus textos y puedo decir que conozco mejor que nadie su trabajo tan alabado por estos días, luego del premio internacional de novela que acaba de recibir.
Déjeme decirle que he admirado su escritura desde que llegó a mis manos el primer manuscrito y yo misma solicité después que me fueran asignados todos sus libros. Algo de responsabilidad y pericia en el oficio me lo garantizó y, no la voy a engañar, también mediaron las buenas relaciones con el editor.
Nostalgia por lo gris me impresionó. Considero que es su obra más lograda, sin desconocer un destacado valor en las obras anteriores: Días fecundos, La linterna del cochero, La falsa historia de Anaïs Nin y el de poemas La ventana que nos muestra el paisaje. Todas, en verdad, son extraordinarias. Y en cierta medida mías. Siento que algo de ellas me pertenece porque fui yo su primera lectora y algún error tuve que enmendar en aras de la perfección que usted ansiaba pero que en ningún grado alcanzó.
Usted, con imaginación y talento desbordantes, logra armar historias en efecto malvadas, perversas, que nos dejan una sensación de asalto y perplejidad. Déjeme decirle que a mí me hubiera gustado escribir Nostalgia por lo gris. Es sin duda una gran novela. O tal vez debería decirle ya, confesarle ya, que pudo haber sido, a mi juicio, la gran novela de este país.
Mi historia de vida es miserable y ella me conduce a cometer el acto infame de atentar contra usted que ni siquiera me conoce y por tanto nunca me ha provocado ningún mal. Pero en esto hemos terminado por convertirnos todos los que habitamos esta ciudad pequeña, carcomida por la sal que viaja desde la península que tenemos al frente. Una ciudad de poetas malditos por la peste, el insomnio y la futilidad. Incapaces de defender los méritos que otros nos reconocen y que a nuestra vista nos parecen insustanciales porque la ambición que nos mueve es superior a cualquier gesto de virtud. Lo acepto. Soy una mediocre incapaz de consentir con naturalidad que otra persona tenga lo que anhelo para mí. Y esto explica mi actuación contra usted. En mi descargo solo puedo apelar a la cruel sinceridad, escudo atroz de los desahuciados. Tarde será cuando descubra que su gran obra entró a los talleres de impresión sin las modificaciones que le hice. Luego de leerla y completar mi labor, la guardé y ahora reposa en una gaveta de mi escritorio, este desde donde le escribo esta carta. A veces me detengo para observar allá abajo, en la calle, a los hombres y mujeres que caminan presurosos hacia sus casas, distraídos e ignorantes de lo que nos ocurre a usted y a mí.
Esa última versión que usted leyó y que todos en el consejo editorial celebraron como su mejor trabajo, esa no es la que el público en este momento arrebata de los anaqueles en las librerías. Déjeme informarle que resolví enviar la versión primera: la defectuosa, la que usted escribió. No la última: la que yo perfeccioné. Aunque sé que esta decisión me costará mi trabajo y una parte del prestigio alcanzado en el medio editorial, no me siento ni inquieta ni arrepentida. Por el contrario, estoy convencida de haber obrado con integridad. Siento que he sido justa conmigo y con mi talento desperdiciado.
Tal vez piense usted que a actuar de esta manera me llevan la envidia y la venganza. No estoy segura de eso. En todo caso, poco beneficioso resultaría descubrir las causas de mi proceder. Sobra decir que no asistiré a la gala que preparó la editorial en su honor, y me permito advertirle: si yo estuviera en su lugar, tampoco asistiría.
Pero ya es tarde, y, como en las malas películas, me gusta imaginarla bajando de un automóvil con su acompañante, alisándose los cabellos en un gesto exagerado de coquetería. Alrededor de usted flotará la fragancia de una flor ignota. El vestido oscuro impecable, las uñas retocadas y tal vez de su cuello cuelgue un dije antiguo que alguna de sus abuelas habrá consentido en dejarle en herencia. La supongo entrando al gran salón, los aplausos, las fotos, los periodistas, la sonrisa congelada, el ceño fruncido del editor, el gesto de tomarla por un brazo, de llevarla hacia el fondo, los murmullos entre algunos que están hacia la izquierda. Percibo su confusión, su no entiendo crispado, pero en voz muy baja, y ahora un mechón de cabello fuera de sitio, una molestia sutil causada por la trabilla de una de sus sandalias, un poco corrido el rímel hacia el borde exterior del ojo, un poco suelto el dobladillo de su vestido también, un tropiezo imprevisto sobre la alfombra del salón y finalmente, en el momento de comprender lo que ocurre, un ahogo.
Por supuesto, usted jamás conocerá el contenido de esta carta que redacto frente a una ventana, por la cual entra una brisa seca y tibia, que baja del cerro Pan de Azúcar y baña de polvo los muebles amados de la sala de mi apartamento, donde antes solía dedicarme a trabajar en sus libros maravillosos. Aquí, en esta ciudad pequeña, la de las grandes traiciones, donde somos todos cada vez más miserables.
Respetuosamente suya,
Eduarda Camino
De: El libro de los tratados (2022).
Esmeralda Torres (Ciudad Bolívar, 1967)
Poeta y narradora. Graduada en Castellano y Literatura por la Universidad de Oriente. Ejerce el oficio de promotora de lectura y la coordinadora de eventos literarios desde la Red de Bibliotecas Públicas de la Ciudad de Cumaná, donde reside. Gracias a la calidad de su prolífica obra ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos, la mención publicación en la Bienal Gustavo Pereira, ganadora de la Bienal Nacional de Literatura Ramón Palomares, la Bienal Nacional de Literatura Orlando Araujo y la distinción publicación en el Premio Stefania Mosca (todos en 2011), el Concurso de Cuentos Esta Tierra de Gracia (1995) y mención honorífica del Premio Literario otorgado por Casa de las Américas, de Cuba (2023). Entre sus obras se encuentran Historias para Manuela, Cuentos de última noche (2010), Resplandor de pájaro (2020), Un hombre difícil (2011) y Callejones sin salida (2019). En 2021 fue galardonada con el Premio de Literatura Stefania Mosca por El libro de los tratados (2022).
ILUSTRACIÓN: CLEMENTINA CORTÉS