28/04/24. Marica, me hubieses dicho, pa’ eso te metes un alambre por el ombligo, le das y le das... lo botas como si tuvieras la regla, después te tomas unas pepas y listo.
Yo me dejé de esa vaina cuando empecé a orina’ verde, la pinga, yo te conté, a esa carajita le pregunté si se cuidaba, me dijo que sí, me pasó por pendejo, me fui donde un pana que es médico, dos inyecciones y bórralo, qué va, más nunca.
Lo hicimos hace unos días, me tenía que venir y nada, ando cagada, ¿te tomaste las pepas que te dije? Sí, claro, pero igual… Tranquila, eso tarda unos días, pero te viene, seguro, y si no te llevo pa’l sitio ese que te dije.
Testimonios como estos son muy frecuentes, y escasas las veces que, aun cuando existen campañas institucionales de educación sexual, estas no parecen llegar a la conciencia de quienes, deseosos –están en todo su derecho-, no suelen tomar las precauciones necesarias para, por ejemplo, prevenir un embarazo no planificado, una infección de transmisión sexual… A esto se le suma el hecho de que no siempre existe la confianza para preguntarle a mamá o a papá, a un hermano, una hermana, un primo mayor, una tía… y abundan expresiones como “yo con ninguno de ellos hablo de eso”, como escuché en el metro no hace mucho, una conversación entre dos jóvenes liceístas, uno con cara de más asustado que el otro.
Siendo pocos los que, como otra joven me dijo una vez, poseen una confianza en su madre, “ella es mi confidente, le cuento todo”. Pero lo más común, insisto, como seguramente lo sabe usted, es que de sexualidad, sobre todo en la adolescencia, no se habla sino con los amigos más cercanos, muchas veces los contemporáneos, con quienes se comparten situaciones, angustias, ansiedades, sentimientos e inquietudes similares.
Es en la adolescencia donde suelen ser más marcados los aprendizajes a partir de la experiencia propia, "a los golpes, como todo en la vida”, me dice una mujer adulta, “aprendemos así y mucho más del sexo”, agrega. Y esto, ciertamente, resulta ser inevitable: aprendemos de sexualidad, practicándola, innovando, conociendo gustos, placeres, rechazando unos, aceptando otros y, por supuesto, esto debe ser siempre desde el diálogo y el respeto con quien se realiza el acto sexual.
Aprendemos y compartimos todo eso, si lo deseamos, con nuestras amistades más cercanas, aquellas que se convierten en hermanas y hermanos de la vida, esas y esos que no son de sangre, pero a veces son más que eso, pues constituyen en gran medida lo que somos como seres humanos.
Sin embargo, como para todo en la vida, y más aún para aquellos temas que tienen que ver con la indisociable vinculación cuerpo-mente-sentimiento como lo es la sexualidad, no debemos olvidar, por favor, el importante papel de los profesionales de cada área: orientadores, psicólogos, médicos, especialmente ginecólogos y urólogos, pues por algo existen. Y no debemos dejar de acudir a ellas y ellos cuando sea necesario. Muchas gracias.
POR BENJAMÍN MARTÍNEZ @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta