09/05/24. Si no me equivoco, debió ser en el 88, seguramente en junio porque ese es el mes del Festival de Boleros de oro en Cuba, y estoy casi seguro que fue mi primera participación en el coloquio que transcurre paralelo al festival, el cálculo es porque fue publicada en febrero del 89 en El otro papel, páginas literarias de crítica por Miguel Ángel Rosell, quien era su director. No sé si fue que le hablé de Elena y le conté que tenía ese material, o si me pidió un texto y le llevé ese. Por entonces era así, uno llevaba el manuscrito a la redacción, lo que sí sé es que era larguísima como para llevarse las páginas centrales, aunque con cinco memorables fotos que ella me regaló aquel día, en las cuales aparecen Benny Moré, el Cuarteto de Facundo Rivero, El Cuarteto de Orlando La Rosa con Juan Bruno Tarraza, Olga Guillot y Felo Bergaza, incluida “Las de Aida” con Celia Cruz y el cuarteto Faxas.
Por lo larga dejaré su transcripción para un libro de cantantes que estoy preparando, pero por un recuerdo me percato que en realidad esto ocurrió en un viaje que me inventó Cristian Castillo, dueño de Ideal Tours, la agencia operadora de vuelos a Cuba, con la idea de convertirme en empresario de artistas cubanos, (asunto que tampoco prosperó), y busqué un fragmento de un viejo texto que reseña la noche exacta de cuando la conocí: “Ya en la noche, me toca el Cabaret Parisien del hotel Nacional de Cuba que presenta a Elena Burque, una gruesa cantante de la época del feeling, que es un encanto de mujer. Elena debe tener unos sesenta años y está tan bien, que ahí, hay cantante para rato. Paco, uno de los directores del Cabaret del Capri, en el Parisien por casualidad, me invitó a su mesa, como siempre al lado de la pista, de manera que da la impresión, que uno también está dentro del espectáculo. Elena canta Punto y Coma, y pareciera que esto se va a caer, sin embargo, lo que sí nos dejó totalmente sin aire, fue su hija Malena, una hermosa mulata de unos veinticinco años que es un terremoto de sabor. Horas antes, la había conocido con Elena en su camerino, donde casi que me recogen en camilla, porque ella estaba en medias panty, mientras le arreglaban el cabello, y yo conversaba con su mamá. Yo me imaginé que era una bailarina más del show, pero cuando aquella morena de espanto y brinco, entró a escena cantando el numerito que trajo Lavoe con Pacheco en su último disco, Déjala que siga andando, -que es por cierto de José Antonio Méndez, otro del feeling-, y se lanza el bolerazo Obsesión de Pedro Flores, antes de una rumba con metales y tambores batá que nos lanza al propio delirio por Malena, ahí si fue que se soltaron los caballos; porque el show culmina con ella, su madre y el cantante Chiquín con un tema que invita al bochinche universal: Oye/ abre los ojos/ mira hacia arriba/ y disfruta las cosas buenas que tiene la vida/, en un final que se repite tres veces por la insistencia del público”.
Volviendo a la entrevista o entrando en ella, al son de una botella de ron “Paticruzao” que era su preferido, en la sala de su casa de artista llena de trofeos, fotografías y recuerdos, el primero de ellos fue a los nueve años, la tarde que la mandaron a comprar una medicina para un familiar enfermo, pasó por su barrio una comparsa de carnaval con una orquesta de sones y se fue tras ellas hasta que retornaron a su barrio “a las nueve de la noche de un regaño filial y la calma de la suspensión de un reporte a la policía”. (Ese cuento estuvo mal echado en la entrega anterior porque de memoria dije que fue a las cuatro de la madrugada el retorno. También dije que la conocí en el Salón rojo del hotel Capri cuando en realidad fue en Cabaret Parisien del hotel Nacional).
Continuará
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ