23/05/24. Sobre aquella amanecida hasta las seis en el Callejón de Hammel, Elena me contó: “Mi papá estaba que trinaba, pero yo lo disfruté muchísimo… es que la música es algo que me posee y yo no puedo, no puedo controlarme… yo recuerdo que una vez en Santiago de Cuba, una de las ciudades que más quiero… me encanta Santiago, yo disfruto mucho cuando voy, me meto con todo el mundo, y un día siento una música en una casa de vecindad, miro hacia dentro y siento que tocaban quin quin quin, y cogí y entré, pero ellos no se dieron cuenta que yo era Elena Burke y les digo: ¿Mira, yo puedo cantar y moverme un poquito aquí con ustedes”… total que me dicen ¡que cómo no! Y armé tremenda rumba de cajón… después que se dieron cuenta quién era yo, fue una experiencia muy agradable”.
Al preguntarle por Benny Moré refirió: “Yo conocí al Benny desde siempre… desde que fue a México con Matamoros y después que estuvo con Pérez Prado, pero nosotros intimamos más cuando el regresó e hice algunos dúos con él, en radio tú sabes, ocasiones cualquiera”. Cuentan los cronistas que en los años cuarenta y cincuenta, y La Habana era una urbe de intensa vida nocturna, por El Gato Tuerto pasaban todos, Portillo y José Antonio Méndez en El Rincón del Feeling; en el hotel Saint John, el Chori, -cuenta Iván García-, rompía los cueros en los casinos de la playa, en Marianao. En el club La Red, La Lupe, con sus cualidades histriónicas, imponía una peculiar manera de cantar. Cerca de allí, Elena Burke, la señora sentimiento, convertía al Scherezada, en los bajos del Focsa, en la catedral del bolero.
Después de los muchachos del feeling y el Benny, la conversación continuó con los músicos amigos. De Ignacio Jacinto Villa Fernández, más conocido por su nombre artístico Bola de Nieve: “Con Bola yo tenía mucha comunicación y trabajamos un show en el Cabaret del Capri, yo lo admiraba mucho”… luego hurgando más en la historia de Elena, enfoqué las preguntas sobre algunos de sus acompañantes musicales: ¿Cuéntanos sobre El Quinteto La Rosa?... “Ese es un quinteto para mí muy querido, no sólo como músicos, sino por otras cosas. Con ellos incursioné también con Omara Portuondo, con quien la vida me ha mantenido muy ligada, pero siguiendo con el Quinteto, quiero decirte que uno de los compositores más grandes que ha tenido Cuba se llama Orlando La Rosa, y te advierto que yo he tenido cualquier cantidad de acompañantes que lo han hecho muy bien, lo mismo en piano que en guitarra, pero yo creo que quien más ha sabido lo que yo quiero hacer, antes de hacerlo, cuando necesitaba un acorde, ese fue Orlando de La Rosa… murió muy joven, de treinta y pico de años en la plenitud de su vida. Era un pianista maravilloso.
¿Y Facundo Rivero?
Facundo se metió en el medio. Cuando yo estaba con Orlando, Facundo estaba en México y me mandó un telegrama diciéndome que por favor si yo podía sustituir a una de las cantantes que se le había casado. Entonces yo le dije a Orlando: “Mira esto es cosa de dos o tres meses, si tú me das permiso yo voy, pero no quiero dejar de pertenecer al Quinteto. Entonces me dio el permiso y fui a integrar el Cuarteto de Facundo, y trabajamos mucho hasta que volví”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ