20/06/24. Si hay palabras que recuerdan personajes, la pachanga me remite directamente al maestro Jesús Soto para quien era un denominador común de fiesta, rumba, tenida o jolgorio de amigos, que tiene mucho que ver con su acepción en Cuba y en varias partes del Caribe donde es fiesta popular o familiar, generalmente con baile. Musicalmente es una mezcla de son montuno y merengue con un estilo fiestero y movido, con letras burlonas y pícaras, o como diría Celia Cruz: “La pachanga es un chachachá más libre, más abierto, más proclive a pasos diferentes y por ende, más popular por más bailable”.
Históricamente, fue una canción llamada La Pachanga creada por Eduardo Davidson en 1959, y la grabó con la orquesta Sublime con orquestación de Richard Egües. Sin embargo, en una nota biográfica de Rubén Ríos Rodríguez, un cantante, compositor, bailarín y pianista cubano, encontramos que fue quien interpretó la primera pachanga en el mundo, de ahí su sobrenombre artístico de “Míster Pachanga”. No obstante, en esta hurgadera que me maravilla, el cuento real es que cuando Davison apenas era conocido, Bebo Álvarez, asistente de Ernesto Lecuona, le presentó a Rubén e hicieron muy buenas migas. En aquel primer momento Eduardo le tarareó a capella su bolero La hora de pecar, que ya andaba montando obras de cabaret y le pareció prefecta para lo que estaba haciendo. Pero la verdadera historia de La Pachanga surge de una vieja tonada, -cuenta Davison-, “que la señora que planchaba en la casa, siempre tarareaba, cuando yo era muy niño, y hasta hoy no me ha venido a la mente”. Esa noche se fueron de casa de Rubén en San Lázaro casi esquina Genio, a una bodega cubana, cerrada en ese momento debido a la hora, en Águila y Genio, por lo que sentaron en un farol a transcribir la tonada, pero como no sabían de música tenían que memorizar la melodía que ya a las cinco de la mañana aplaudían el lechero y otros transeúntes.
De allí se fueron a la calle Infanta, donde vivía Enriqueta Almanza, a quien llamaban cariñosamente Quetica… a las siete de la mañana le estaban tocando la puerta, en su casa, y les abrió su mamá, porque la pianista dormía. Para hacer el cuento corto les hizo la transcripción a partitura musical y la llevaron al canal de tv y cantarla el domingo. Al verlo Adolfo Guzmán, uno de los repertoristas de la planta, les dijo: "Hay que hacer un arreglo nuevo, pues este es para jazz band, pero la orquesta de Manticci, tiene violines, arpa, y otros instrumentos…", pero ahí siguieron los peros, el director de La Sublime quería que Marcos Perdomo, su cantante oficial, fuera quien grabara La Pachanga, para terminar vendiendo sólo 32 copias, aunque Davison la había escrito para Rubén Ríos, y como lo que es del cura va para la iglesia, finalmente Rubén la terminó grabando con Ramón García Caturla y tres de sus hermanas de la Orquesta. Sofía al piano, Teté en la tumba y Lourdes al bajo.
¡Ajá! y se preguntarán ustedes, ¿por qué este titula Pachanga Caturla?, mejor que lo diga Rubén Ríos: “Tuve el gran placer que ella, Regla Teresa García Caturla, más conocida por Teté, junto a la orquesta que dirigía su hermano, Ramón, con sus hermanas además de un pequeño y reducido grupo de músicos cubanos denominado Combo, fueran los que me acompañaran en mi grabación original de La Pachanga. Ellos habían acabado de llegar de Brasil, y fue ella, que tocaba tumbadoras y percusión, quien entonces se acercara a Davison, y le presentara un ritmo nuevo que habían aprendido en Brasil, que se tocaba con un cajón de madera de cervezas, y unos palillos.
A Eduardo le fascinó la idea, y es así como se origina el ritmo que tiene mi grabación de La Pachanga, que fuera la que primero triunfara en el mercado cubano e internacional. De esa idea nació el ritmo que se siguió usando posteriormente y gracias a ella, en los demás temas de estilo pachanga que siguiera escribiendo Eduardo Davidson, como: El Pachanguero, La viuda del muerto, La niña traviesa, Lola Catula, Pancho Calma, El Hombre Insuperable y otros muchos temas más.
Yo le agradezco muchísimo a “Teté” su participación y colaboración, pues hizo posible que la Pachanga tuviese un sabor musical rítmico, diferente a lo que se había escuchado hasta ese momento.
Gracias Teté.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ