04/07/24.
“No me preguntes qué me pasa,
tal vez yo mismo no lo sé.
Préstame unas horas de tu vida,
si esta noche está perdida,
encontrémonos los dos”
Qué manera de una canción comenzar. Es una estrofa envolvente porque es la persona que está sola con su tristeza, como el mismo protagonista lo dice después, y que no puede explicar ese estado emotivo. Emborráchame de amor no sólo es un bolero emblemático interpretado por Héctor Lavoe, -compuesto por el peruano Mario Cavagnaro, incluso cantado originalmente por él-, sino que también forma parte del repertorio musical del Caribe y Latinoamérica.
El bolero como género musical sigue allí, al acecho, como otros estilos del pasado que tuvieron su época de oro. En el caso de este estilo, fueron los años treinta, cuarenta y cincuenta su etapa de mayor esplendor. Como sucede con toda la música, cada ritmo tiene un auge gracias a la cantidad de artistas que empiezan a exponerlo y a la misma industria.
“No sé si podría prescindir de tu boca,
Un respiro entre todas esas cosas
que no me dejan ni soñar.
No sé si podría prescindir de tu presencia
al ser la suma de todas las esencias
que me permito al despertar”
Es ¿Quién lo diría?, del grupo Motherflowers (de Puerto La Cruz) junto al rapero Apache, y que aparece en la grabación de la banda Boleritos de la mar (2023). Es un bolero rap con efectos y texturas construidas a base de sintetizador. ¿El tema estaría dentro de la historia del bolero? Por supuesto, es otro abordaje al llamativo género que se niega a morir. Precisamente, cada vez que un artista de la nueva generación interpreta un bolero, lo aviva más, lo alimenta, le da una nueva vida. Y de eso se trata el devenir de la música. Los ritmos cambian, se nutren de otros sonidos y ningún estilo se escapa de este proceso que es natural.
“Y sigue el mundo con sus cosas,
el sol no deja de salir.
Si nos cruzamos y me ignoras,
ya yo sé que en unas horas
igual pensarás en mí”
Dice parte de la letra de Mi querer, de la producción No faltaba tanto (2022), del cantautor caraqueño El Otro Polo. El bolero lo canta junto a Alberto “Beto” Montenegro, voz de Rawayana. En varias entrevistas, Carlos Poletto, su verdadero nombre, ha dicho que creció escuchando las canciones de Agustín Lara, Chavela Vargas y otros creadores. Esas letras poéticas y conmovedoras, al ser cantadas con sentimiento, mueven cualquier fibra escondida.
Eso es lo que le pasa al bolero. Es desgarrador, tiene una energía inexplicable que atrae. Las letras, el motivo central, la forma de narrar, la orquestación o instrumentación y, por supuesto, la interpretación del cantante. No importa si son varios o pocos los elementos que se unen en la canción. Un bolero puede ser cantando sólo con voz y guitarra y listo. La magia de los tríos, como Los Panchos, era su pequeño formato, en donde la fuerza estaba en la armonía vocal y las cuerdas que también hablaban. Si se le presta atención a Mi querer, de El Otro Polo, tiene reminiscencias del famoso trío en cuanto a la parte de la guitarra.
¿Se recuerdan del Bolero falaz de Aterciopelados? Un tema que, además. sonó bastante. Y, recientemente, están la versión de Delirio de grandeza en la voz de Rosalía (de su disco Motomami); o el bolero trap Te olvidaste del también español C. Tangana, junto a Omar Apollo. Sólo por nombrar algunos ejemplos actuales. Lo importante es que exista una generación creando y dándole vida al bolero, a su manera y con las tecnologías del momento. Gracias a estas apropiaciones, las músicas se mantienen. Por eso el bolero tendrá no una, sino muchas vidas.
POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍA LACOSTA / IVÁN FLORO/ REGULO GOMÉZ
FOTOGRAFÍAS