11/072024. Cualquier seguidor de la música hecha en Cuba podría preguntarse el ¿por qué? siendo una figura indispensable del universo musical cubano, no tuvo la trascendencia mediática de Elena Burke y Omara Portuondoque descollaron fuertemente después del Cuarteto D’Aida. Todos los pronósticos presagiaban los mejores augurios a lo largo de su carrera musical de 51 años, si tomamos en cuenta que naciendo en 1930, La Mora moriría de 54 en La Habana, la víspera del último día del año 1984. La cuenta es redonda si recordamos que con sólo tres años, sus hermanos mayores la llevaron a la radioemisora CMHI de Santa Clara y en un programa auspiciado por la revista Ninfa, cantó el bolero Lola; y que en La Habana en 1940, a los diez años, obtuvo uno de los primeros premios en el programa La Corte Suprema del Arte, por CMQ donde cantó el pasodoble Valencia, del español José Padilla.
Ya más madurita se metía en las canciones y las vivía emocionalmente como si fuera con ella, lo que pasaba con el bolero Depende de ti de Chany Chelacy, destacado compositor con quien tuvo una importante relación amorosa en su vida. Lázaro Serrano Mérida, conocido en el mundo artístico como Chany Chelacy, su esposo, siendo sobrecargo de Cubana de Aviación, murió en el vuelo donde viajaba el equipo de esgrima, saboteado en Barbados el 6 de octubre de 1976. Este golpe fue muy duro para Moraima y nunca más se repuso de esta pérdida. Dicen algunos que perdió su habitual alegría y sus deseos de vivir.
Rosa Marquetti es quien más se aproxima al desarrollo de la vida profesional de Moraima, con la reláfica de eventos ocurridos desde los años cincuenta, El Gato Tuerto y otros locales nocturnos en los sesenta, y demás eventualidades hasta el año 76 cuando muere trágicamente el amor de su vida, en el avión de Barbados. Rosa resume los acontecimientos e intenta darles una explicación: “La Mora transitó por los mejores y más importantes escenarios de Cuba, pero la época en que inició su carrera como solista fue quizás, la más desafortunada para los músicos cubanos en cuanto a su proyección más allá de la isla. Poca confrontación internacional, limitada geográficamente al ámbito de los otrora países socialistas; escasa difusión y presencia nula en los mercados por donde siempre circuló la música cubana. Como a muchos, esos años no favorecieron a La Mora, en contraposición con la profética popularidad lograda en su país, por sus dos compañeras del Cuarteto D’Aida, Elena Burke y Omara Portuondo. Pienso que no sólo fue cuestión de suerte, no. Hubo algo más, de la vida misma, del modo de enfrentarla, de gozarla y de vivirla, en definitiva. Y eso, sin duda, marcó también el derrotero profesional de La Mora”.
Rosa Marquetti se esmera con afecto, en dilucidar esa aura trágica de la que, parecía consciente: “Desde la visión mítica – me reconozco en el calificativo remarca Rosa- que tengo del insuperable e insuperado Cuarteto de Aida –el original-, ella es la que más se me parecía a la infelicidad. No sé si fue así en realidad, pero lo que siempre percibía en La Mora –siendo ya la solista que llegó a ser- era un aura trágica de la que, parecía, ella era consciente, y que a la vez, y por ello, se empeñaba en derrotar desde su voz a golpe de pura fiereza. No sé si siempre fue así, pero cuando alcancé a verla cantando delante de mi asombro, cuando se vistió de aquella angustia palpable que nunca derrotó su afinada concentración, a Moraima Secada le iba la vida en el estremecimiento de una simple estrofa. Ya para entonces parecía convencida de que no habría alivio que rompiera la cadena de los sucesivos y endiablados desamores. Esto también hacía parte de su singularidad: La Mora no se parecía a nadie: no tenía un símil en la canción cubana, por donde han desfilado no pocas “trágicas” y temperamentales: ella era diferente en su tristeza agónica y fiera, como diferente fue siempre el modo en que se valió de su canto, diáfano y desbordado, para extrovertir los más disímiles colores con que, desde su yo íntimo, dibujó su apasionado tránsito por la vida”.
Con la intención de animarla y sacarla del bajón sentimental, en octubre del 79 Omara tiene la idea de reunirse con Elena y La Mora para revivir los momentos de gloria del cuarteto; hasta el 83, en esos cuatro años, se presentan en Cuba y México, y en cada actuación brillaban como sólo sabían hacerlo ellas tres, al cantar Me niego, de Tania Castellanos; Depende de ti, de Chany Chelacy, y Ese que está allí, de Juan Arrondo, entre otras emblemáticas composiciones. El momento climático de estos espectáculos era la interpretación de la canción Amigas, creada para ellas por alguien que las conocía bien, el compositor Alberto Vera, un tema conmovedor de una riqueza melódica y poética indiscutible, que fue grabado en 1984, y del que se conserva la imagen en el documental Omara, del Premio Nacional de Cine Fernando Pérez.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ