12/01/2023. Si los boleros de “Corazón” fueron tan certeros y seguirán siendo porque no hemos terminado, sólo que por aquello del año nuevo, y entendiendo que cuando el corazón late aceleradamente por la presencia de la mujer amada, ese dulce palpitar que es la mágica taquicardia del amor, digamos entonces que año nuevo, tema nuevo. Y vamos a continuar con el estuche, valga decir, el cuerpo que le contiene, o para ponerlo en dos platos, hoy no vamos a hablar del payaso, si no de la dueña del circo.
Palabras de mujer es un poema en tiempo de bolero de 1945. Es otra puesta en escena del imaginario poético de Agustín Lara, otro canto al amor por la mujer, de tantos, que sus múltiples amadas y amantes protagonizaron. “Palabras de mujer/ que yo escuché cerca de ti/ junto de ti, muy quedo, / tan quedo como nunca/ Las quiero repetir/ para que tú igual que ayer/ las digas sollozando. / Palabras de mujer”. Para Agustín la palabra mujer iba mucho más allá de su significado, tal vez porque era más un significante, no recuerdo en qué bolero decía: “Mujer, palabra que ha escrito la mano de Dios para crear la más dulce, la más completa expresión de la belleza”, fervor que no fue tomado en cuenta por los inquisidores modernos de la Liga de la decencia, bajo la tutela del Obispado de México, cuando en la estrofa intermedia, el poeta quiere enfatizar la fuerza de su amor: “Aunque no quiera Dios, ni quieras tú, ni quiera yo…”, líneas que fueron criticadas y prohibidas por aquel moralismo absurdo de aquellos mentecatos religiosos afincados en la censura de la radio y otros medios de comunicación social, cómplices de la inquisición de esos “tiempos modernos”, cuando ya la habían grabado Toña la Negra y Fernando Fernández. Para hacer el cuento corto, los discos fueron retirados de circulación y a Lara se le obligó a cambiar la letra, y el noble Lara notificó a las autoridades eclesiásticas en septiembre de 1945, que botaba tierrita y el segmento quedó: “Aunque no quieras tú, ni quiera yo, lo quiso Dios…”; y así, se resolvió la vaina y la grabó, nada más ni nada menos que, Don Pedro Vargas.
Continuará...
POR HUMBERTO MÁRQUEZ
ILUSTRACIÓN ERASMO SáNCHEZ