15/08/24. La relación entre la verdad y la mentira le concierne al hecho teatral en todas sus instancias. La gran mayoría de las obras de teatro abordan esta relación como tema central o la abordan como una condición que dispara, sostiene o ayuda a resolver el conflicto.
Si el público no se cree la ficción, se desencanta y la puesta en escena fracasa. De allí el término verosimilitud, que significa literalmente parecido a la verdad...
Los dispositivos escenográficos lo son en tanto simulan una realidad, los actores representan a personajes y situaciones que no son de verdad, aunque se digan muchas verdades. Los actores y las actrices tienen que moverse, decir, sentir cosas que no son auténticas sino para el universo del personaje. Si el público no se cree la ficción, se desencanta y la puesta en escena fracasa. De allí el término verosimilitud, que significa literalmente parecido a la verdad, se refiere a algo que no es verdad, pero da la sensación de serlo. La verosimilitud es producto del texto, la actuación, el espacio, los efectos que presenten la historia coherente y convincentemente. Simultáneamente se requiere que el público esté dispuesto a creer. Eso es un acuerdo que se llama convención teatral. Sin este acuerdo tácito no es posible una función. La verosimilitud no es exclusiva del teatro, el arte en general requiere esa condición, es decir ser creíble.
También fuera del ámbito artístico son muchas las actividades que se sostienen en ese artilugio con el que puede convertirse una mentira en una verdad, desde el cambio de colores que sufre la piel de algunos animales para convencer a su predador que no está en donde sí está; los anzuelos de los pescadores; los argumentos de ventas de casi cualquier producto; la manida frase de Goebbels, hasta llegar a componendas complejas en las que se fabrica una realidad de manera que permita accionar en consecuencia a ella. Léase Pearl Harbor, Torres Gemelas, las armas químicas, la lucha por la libertad y la justicia en países ajenos, acusación de opresión o fraude electoral, etcétera.
Por esta vía se han transformado conceptos y valores fundamentales de manera que se convierten en acusaciones y excusas para operar en contra de una persona o un país. ¡Ay! de aquel gobernante que sea acusado de violar los derechos humanos o de falta de legitimidad, porque lo pueden derrocar, ahorcar, empalar, pisotear, enajenarlo de sus mínimos derechos como persona, sin necesidad de otra prueba que no sea la acusación misma. Su país será invadido, saqueado, arruinado, sometido, humillado.
Ese montaje teatral, ese guion se repite una y otra vez y funciona porque en los países se monta un tinglado para la verosimilitud, hay quienes claman por la función y siempre un imbécil gritará o cantará “miénteme más, que me hace tu maldad feliz”
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098