05/09/24. Mientras los hombres venidos de muchos lugares pululaban en el palacio urdiendo la manera de quedarse con el trono y con la esposa de Ulises, Penélope desmoronaba tal urdimbre tejiendo de día y destejiendo de noche, convirtiendo al tiempo en un aliado o tal vez en un juez implacable.
Tejen situaciones, como la de poner a un discapacitado en la Casa Blanca, imponer a un imbécil para gobernar Argentina, lubricar el genocidio en Palestina, derrumbar edificios emblemáticos en el Medio Oriente y en New York.
Desde el principio tejer y destejer son palabras que nombran acciones y resultados de la labor de confeccionar telas, ropas, guerras, teorías, novelas, piezas teatrales, lances amorosos. Se tejen unos escarpines con “punto de arroz” y se tejen componendas para invadir un país a punta de metralla.
El arte en general -y el teatro en particular- confecciona su producto a partir de un mundo que recibimos diseñado. Cada obra se fragua con relación a los discursos del poder. Se escribe y se lleva a escena para tejer ese mandato o para destejerlo.
Ese enrame que comenzó lanzando a una candidata inhabilitada, que al no poder imponerla le colocan un monigote al lado, para luego declarar abiertamente que no van a reconocer los resultados, es un tejido burdo, con un resultado harto previsible pero que terminó siendo eficaz. Hilvanaron un clima de violencia, de deslegitimación, de espada de Damocles para todos. Es una urdimbre clásica del poder económico mundial. Tejen situaciones, como la de poner a un discapacitado en la Casa Blanca, imponer a un imbécil para gobernar Argentina, lubricar el genocidio en Palestina, derrumbar edificios emblemáticos en el Medio Oriente y en New York. La violencia es su mejor hilado, su hilo, su ovillo y la ropa con la que suelen vestirnos.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098