12/09/24. La derrota de la Vinotinto contra Bolivia, en los 4.095 metros de altitud de El Alto, no puede sorprender sino a los desprevenidos. Perder es la consecuencia natural de jugar bajo condiciones extremas, en las que ningún atleta de alto rendimiento puede ofrecer sus mejores prestaciones, sin antes tener entre 15 y 21 días en esa inhóspita geografía para que el cuerpo se adapte fisiológicamente a gestionar la carga de oxígeno y de producción de glóbulos rojos que se requiere para realizar un esfuerzo infinitamente superior al que acostumbra.
...hay formas de perder los partidos y la Vinotinto del técnico Fernando “Bocha” Batista eligió el de la soberbia.
Bolivia no ha hecho otra cosa que lo que corresponde. Aprovechó una ventaja geográfica mayor a la de jugar en La Paz, tal como Ecuador hace con los 2.850 metros de altitud de Quito y Colombia saca ventaja al disputar sus encuentros en la olla de presión del estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla.
Sin embargo, hay formas de perder los partidos y la Vinotinto del técnico Fernando “Bocha” Batista eligió el de la soberbia. Por un lado, sobrestimó la capacidad de adaptación de sus dirigidos y, por el otro, subestimó el potencial de la Verde para elevar su nivel de juego. Tácticamente el planteamiento del entrenador argentino fue de una total contradicción con la manera de enfrentar los duelos fuera de casa que ha venido ejecutando a lo largo de la eliminatoria.
Si en las derrotas ante Colombia (1-0), y los empates 1-1 Brasil y Perú, la Vinotinto apostó por un repliegue medio e intenso para reducir los espacios, evitar una conducción fluida del balón y cortar las líneas de pases de los rivales, era completamente lógico que en Bolivia se armara una muralla en el medio campo para reducir el ritmo de juego veloz que el propio técnico boliviano había anunciado con bombos y platillos que haría valer en El Alto.
Pero no, Batista decidió colocar dos delanteros en un partido donde difícilmente se pisaría el área rival con alguna posibilidad y dejó la tarea de destrucción en la mitad del campo al “Brujo” Martínez que terminó exhausto y debió salir en el medio tiempo. El técnico, claro está, no es el único responsable de la debacle. Si el primer tanto se puede atribuir al efecto de la altura, producto del bombazo imparable de Ramiro Vaca; el segundo y el tercero son exclusiva responsabilidad de los jugadores.
El penal cometido de Jon Aramburu empujando a un rival en tiempos del VAR es un insulto a la propia inteligencia, seguridad y firmeza defensiva que ha hecho gala el lateral. Y el tanto de camerino al comenzar el segundo tiempo fue una desatención colectiva. El silencio de los jugadores al negarse a declarar a los colegas en la zona mixta fue la guinda de la soberbia e irrespeto que debe atender sin demoras el cuerpo técnico y la Federación Venezolana de Fútbol.
POR GERARDO BLANCO • gerarblanco65@gmail.com
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancoru