24/10/24. Hace algunos años, cuando yo intentaba reconstruir qué había pasado el 23 de febrero de 2019 en el estado Táchira, todos los nombres me guiaron a ella. Allí, zigzagueando un camino incierto, en unas noches largas, en una pequeña tarima improvisada para un concierto estaba Lilia Vera. Al conversar, ella me cuenta que vistas las pretensiones de los imperialistas ella agarró para la frontera, era la manera de serse fiel a sí misma.
Lilia se ha convertido en la “madre cantora” de Venezuela. No tan sólo porque tiene una voz de esas que no salen dos veces sino porque en su canto resuenan los sudores de un pueblo que lucha.
Lilia Ramírez según su cédula, Lilia Vera para todo el mundo desde los años setenta es una de las mujeres emblemáticas de Venezuela. Su nombre artístico se debe a que por el tiempo que ella empezó a cantar los artistas usaban nombres más cortos que el legal, para lo que le sirvió cambiar el Ramírez por el Vera.
Lilia no era una novata en aquel parampampan que anunciaban los medios en 2019, cuando apenas era una jovencita andaba cantando con Alí Primera, recorriendo los barrios de Caracas o cantando en la Universidad Central de Venezuela. Por esos años, mientras el Plan Cóndor arrasaba el continente, ella se llenó de los cantos de Atahualpa Yupanqui y de los versos de Pablo Neruda. Vivir con ellos y cantando le trajo algunas dificultades que le eran comunes junto a sus compañeros que andaban buscando un canto venezolano y una canción protesta, que, quizás hoy nos resulten reunidas que andaban buscando el sentimiento de un pueblo cantor. Por ello, para hacer sus discos le costaba conseguir apoyo, pero no se rendían, para lograrlo hacían hasta el sello discográfico si hacía falta.
Entrevistada hace algunos años por Ernesto Villegas, Lilia mantuvo su posición como una defensora de la libertad incluso la de sus propios hijos a quienes le regaló, como su padre a ella, la posibilidad de elegir sus destinos hasta en el tema religioso. Defendió el valor de una sociedad laica y el deber de no intentar someter a los demás a nuestras propias convicciones. Por eso, su voz resuena entre quienes se manifiestan a favor del derecho de vivir y ser como cada quien lo quiera. Lilia es ese canto del continente que se reconoce en Nicaragua, en los sueños de libertad que tenían los países del cono sur pero también tiene mucha raíz, como la que estalló cuando se encontró con Otilio Galíndez que es el verso más noble de la Venezuela pura. Desde entonces, es larga la lista de América Latina y de nuestra Venezuela que han encontrado su hogar en su garganta.
Lilia se ha convertido en la “madre cantora” de Venezuela. No tan sólo porque tiene una voz de esas que no salen dos veces sino porque en su canto resuenan los sudores de un pueblo que lucha. A lo largo de su vida, el trabajo de Lilia ha sido galardonado, es Portadora Patrimonial de la Cultura Venezolana y dueña del premio Aquiles Nazoa, homenajes llevados a cabo por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, y cuando uno mira por las esquinitas, suele verla rodeada de cantoras y músicas más jóvenes que no le pierden pisada porque si cuando las luces se apagan los cantores son esas figuras brillantes y solitarias, antes de subir son una familia con todo y sus risas.
POR ANA CRISTINA BRACHO • @anicrisbracho
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta