07/11/24. Miguel Issa es Licenciado en Artes por la Universidad Central de Venezuela (UCV) y Magíster en Políticas Culturales por la Sorbonne Nouvelle III. Ha sido docente de música, danza y teatro, y director de coros infantiles, actor y bailarín.
...cada proyecto suma experiencia. Cada experiencia con distintos grupos también va sumando y van in crescendo permitiendo abordar los proyectos. Ese miedo siempre está, ese temor, y uno lo supera.
Su carrera artística comenzó en 1976 con el orfeón del liceo Aplicación, lo que lo llevó a estudiar música y desempeñarse como docente en escuelas municipales. Debutó como actor-cantante en 1987 y como coreógrafo en 1992, creando obras destacadas como Espuma de Champagne, que le valió el Premio Municipal de Danza.
Issa se ha especializado en entrenamiento actoral para cantantes líricos y ha dirigido numerosas puestas en escena de óperas y zarzuelas. Su versatilidad le permite fusionar géneros como música, ópera, danza y teatro, con creaciones exitosas que han sido presentadas en importantes escenarios de Venezuela y otros países.
Nuestro entrevistado es también un promotor de la identidad nuestramericana y ha superado retos que lo llevaron a comprender su cuerpo y generar estrategias particulares para el teatro. Sus raíces libanesas le han otorgado una forma de ver la vida y de promover las artes.
Miguel es autor de obras como Espuma de Champagne (1995), Pascua (1999), El Mistral (2003), El Eco de los Ciruelos (2009), Cabaret Reinas de la noche (2010), Cabaret Baccarat (2013), Lo que el cine nos dejó (2015), Carmina Burana, Cantata de los sentidos (2016), Piaf, Voz y Delirio (2016), Caracas, el valle de los inquietos (2017) .
En Épale CCS conversamos con Issa quien nos dio detalles sobre una de sus creaciones más exitosas: Manuela: La insepulta de Paita, además de hablarnos sobre cómo percibe el hecho artístico al que ha dedicado más de cuatro décadas de su vida.
Miguel, ¿cómo ha evolucionado la obra desde su estreno en 2022?
Las personas digieren de alguna manera el montaje, ya lo comprenden y lo asumen con mucha más madurez, aunque en el momento en que lo estrenamos en el año 2022 tuvo un gran impacto, a mí no deja de sorprender el nivel de todo el elenco en esta nueva versión, porque es como digerir lo que fue un proceso de mucho detalle.
Ya ellos vivieron la primera experiencia, la primera temporada, al retomarlo es como el vino, ¿sabes? Se lo asumen como otra pastosidad, otra calidad, otro grosor en los intérpretes, en cada uno de los intérpretes.
La obra reúne una variedad de textos de autores como las cartas de Manuela a Bolívar, de Pablo Neruda y José Antonio Rial. ¿Cómo seleccionaste estos textos y de qué manera contribuyen a la narrativa y la estética del espectáculo?
Fue un proceso bastante interesante. Primero porque cuando la Compañía Nacional de Teatro me comisionó la obra, la propuesta de ellos era a partir de las cartas entre Simón y Manuela, pero, no me daban argumento suficiente para sostener una obra.
Entonces, yo fui trabajando primero, todo el trazado escénico, toda la parte corporal, y luego, trabajamos las coreografías. Fue cuando ya yo había hecho la selección de textos. Pero lo que me dio la columna de esa selección fue principalmente, la elegía de Pablo Neruda llamada La Insepulta de Paita.
De hecho, da el nombre (de la obra). Entonces fue como parte de esa selección. Es como un acopio. Hay otros autores que me inspiraron. Y por supuesto, llegó a mis manos el texto del monólogo de Bolívar en la obra Bolívar de José Antonio Real, que la dirigió Carlos Jiménez y la produjo Rajatabla. Entonces ahí también aproveché ese monólogo y otros textos relacionados con la vida de Manuela Sáenz.
Con un elenco tan diverso y talentoso, incluyendo a veteranos del teatro nacional, ¿qué aportes dio cada actor a sus respectivos personajes?
Tenía prácticamente ocho generaciones de actores, desde Aura Rivas, que tiene noventa años, Francis Rueda, María Brito, hasta un joven de dieciocho años. Cada uno desde su experiencia, desde su conocimiento, se fue fusionando con el otro y fue como un intercambio de energías, de experiencias, de lenguajes corporales, que nos tocó a nosotros ir moldeando para llevar a cabo lo que dio este resultado.
¿Qué representa para ti trabajar con la maestra Aura Rivas y qué aprendiste de ella en el proceso?
Aura aparte de que es un ser sumamente especial, siempre había querido trabajar conmigo, y yo no sabía si eso se iba a dar. Para mí fue una gran oportunidad, porque es la más veterana, la más humilde.
Tomó todas las clases, entrenó, fue súper especial. Su imagen, nada más de verla, a mí me conmueve extremadamente, porque es una mujer que se conecta por esa experiencia de vida, por esa experiencia que tiene en las tablas, se conecta de una manera que conmueve muchísimo.
Es hermosísimo trabajar con ella. Es una mujer de verdad extraordinaria, una voz que sale del alma, sumada a todas las otras veteranas, pero, Aura, a la cabeza, para mí ha sido un honor trabajar con ella, y que haya continuado y que siga ahí, eso es ejemplar.
Miguel, conociendo que eres descendiente de libaneses, ¿de qué manera tus raíces culturales han influido en tu perspectiva artística y en tu compromiso con las artes y con quienes disfrutan de tus creaciones?
Mis bisabuelos eran libaneses y creo que la bondad y nobleza de mi familia árabe-libanesa me ayudaron muchísimo. Aparte de que ha sido un referente de inspiración, por los cuentos que escuché de mi familia. Además, yo viví en la calle 8 de Propatria, que era como un pueblo oriental donde había gente de Maturín, de Caripito, de Río Caribe, entonces de Carúpano. Ese ambiente de fraternidad, compañía, solidaridad entre vecinos me marcó muchísimo.
Todas las tradiciones que viví como niño allá, desde la época del yoyo, la del trompo, del mamón, la ciruela, la lluvia, los patines, la misa de aguinaldo, el Carnaval, la Semana Santa, todo era para mí un ritual. El hecho de que velaran a la gente en las casas, por ejemplo, era una cosa que para mí era un espectáculo. Saber que ahí estaban velando a alguien, pero que en esa casa al mes habría un matrimonio.
Esos contrastes ritualísticos de alguna manera me marcaron. Por ejemplo, el señor que era como el jardinero de la cuadra también ensalmaba, entonces mi mamá cuando había pestes o quejas nos mandaba a santiguar. Esos rituales los disfruté mucho. Cada momento de mi vida estuvo lleno de acontecimientos.
Miguel, ha tenido una carrera diversa como maestro, coreógrafo e intérprete escénico. ¿Cómo ha influido tu formación académica en Artes y Políticas Culturales en tu enfoque artístico y en tu papel como educador?
Me he ido formando poco a poco. Al principio estudié artes en la Escuela de Artes de la central (UCV) y me gradué en Mención Música porque quería ser músico y cantante lírico. Pero con el tiempo, me di cuenta que no tenía las condiciones para ser un cantante lírico y seguir mi escuela y dar clases.
Lo primero que hice fue enseñar desde que tenía dieciocho años, tengo más de cuarenta años dando clases y me formé en esa labor. Era profesor de música en escuelas municipales con niños y ahí me fui sacando un músculo como durante trece años. Luego, estando en la Escuela de Artes, comencé a incursionar en la danza teatro. En ese universo que tuvo su explosión, decimos importante, en los años ochenta, entre el 85 y el 95, me llevó incluso a tener mi propia compañía que se llama DRAMO Dramaturgia Movimiento, con la cual hicimos muchos trabajos y creamos como una manera muy particular, justamente de este tipo de danza, que es esa mezcla entre la danza y el teatro.
En el 99 decidí estudiar Política Cultural, hice una maestría en Francia. Todo eso ha significado un primer abordaje en el arte de manera muy amplia, porque utilizo recursos de la danza, del teatro, de la música, en la Compañía de Ópera del Teatro Teresa Carreño, que dirijo.
Trabajo en distintos formatos, desde el pequeño hasta el grande, con la Compañía Nacional de Danza y he hecho otros proyectos con la Compañía Nacional de Teatro. Aparte, están mis proyectos independientes y me gusta mucho la gerencia, por eso estudié Políticas Culturales, lo que me abrió campos en la parte institucional, tanto en UNEARTE, donde fui vicerrector de Poder Popular, luego pasé a ser directivo del Teatro Teresa Carreño y jefe de la Extensión Universitaria de Danza, cosa que me dio la oportunidad de poner a prueba parte de esos conocimientos que adquirí en Francia.
Desde un punto de vista gerencial, que es otro mundo que me apasiona, poder lograr proyectos a nivel local, nacional e internacional, así como intercambios, engranar equipos, siempre me ha gustado muchísimo y he tenido la oportunidad de ejercerlo.
La experiencia laboral en la educación complementa el trabajo de liderazgo en el mundo de las Políticas Culturales y a la inversa. En la medida que se tiene un nivel cultural, por supuesto, eso te permite comprender el arte en todas sus dimensiones, en la música, en la danza, en el teatro, en la plástica, en audiovisual. Eso te ayuda a tener como un universo de 360 grados en general.
¿Qué estrategias ha utilizado para que se vea reflejada la filosofía del arte como una interrogante existencial a través del cuerpo en movimiento en tus obras y en tu enseñanza?
Mi cuerpo no fue un cuerpo dotado en el sentido de las condiciones para ser un bailarín, sin embargo, me desempeñé por mucho tiempo en la danza y tuve que comprender mi cuerpo y esa comprensión me ha permitido trabajar con distintos cuerpos en el universo ya interpretativo. Es decir, de una persona que es virtuosa en el ballet o de una persona a la que le cuesta el movimiento.
Muestra de eso es un espectáculo que hice recientemente que se llama El Mistral donde tengo una mezcla de actores bailarines, cantantes, músicos, y todos se ven nivelados. Creo que el conocimiento de mi cuerpo es lo que me ha permitido ser el vehículo para entender el cuerpo del otro. Y, como por tanto tiempo di clases de expresión corporal a cantantes, actores y bailarines, eso me ayudó a crear un laboratorio de investigación permanente sobre el trabajo del cuerpo. Eso ha hecho posible que haga mi trabajo y generar un código personal, un lenguaje personal en cada una de mis puestas.
Cuando la gente ve obras mías me dice: “sabía que era tuya”; porque la reconoce inmediatamente. Eso ha sido un trabajo de muchos años que me ha permitido indagar y profundizar y entender el cuerpo del cantante, del bailarín, del actor y moldearlo en función de los proyectos que voy a realizar.
¿Cuáles retos han representado un obstáculo a lo largo de tu carrera artística y cómo has logrado superar esos momentos de duda?
En todo momento, uno se siente al borde de un precipicio. Claro, uno va acumulando experiencia en los proyectos que va realizando y nace una metodología de trabajo que permite lograr los objetivos de manera más rápida.
Pero el vértigo siempre está. Recientemente, dirigí una gala que se llama Siempre Puchini y el vértigo estuvo ahí. En cada proyecto hay un abismo, pero no permite que uno se confíe de lo que no haya realizado.
Evidentemente, cada proyecto suma experiencia. Cada experiencia con distintos grupos también va sumando y van in crescendo permitiendo abordar los proyectos. Ese miedo siempre está, ese temor, y uno lo supera.
Los miedos que he tenido a nivel artístico los he superado con constancia, porque no me paralizan, sigo andando, marchando, caminando a pesar del reto que pueda ser para mí, tal vez no tan fácil, lo importante es no parar y eso me ha caracterizado siempre.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia / NATHAN RAMÍREZ • @nathanfoto_art