06/02/25. Hasta treinta mil migrantes podrían ser recluidos en la Base Naval de Guantánamo, ubicada al oriente de Cuba. La medida responde a una orden ejecutiva firmada por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que convierte a la referida prisión militar en un centro de detención para inmigrantes irregulares.
...la deportación masiva generaría “un gran shock en varias industrias” afectando principalmente a los sectores de la agricultura y la construcción...
El mandatario estadounidense mandó a ampliar la mega cárcel para albergar a decenas de miles de personas a quienes considera “combatientes enemigos”. La Casa Blanca asegura que la mayoría tiene expedientes criminales, no obstante, en una rueda de prensa se le preguntó a la vocera del gobierno estadounidense, Karoline Leavitt, sobre si todos los migrantes tenían antecedentes penales, a lo que ella respondió que todo aquel que entre de forma ilegal a su país será tratado “como criminal”.
El anuncio sobre el uso de estas instalaciones avivó el debate, debido a las graves denuncias de violaciones de derechos humanos en ese recinto penitenciario. Sin embargo, no es cosa nueva. Por años, Estados Unidos ha estado usando ese espacio para recluir inmigrantes.
El portal web de Sputnik, reseña: “Dentro de las arbitrariedades cometidas en esa prisión militar estuvo el encarcelamiento de personas sin el amparo de los derechos fundamentales durante el procedimiento legal, entre ellos, el debido proceso y el habeas corpus, violaciones del marco jurídico estadounidense cometidas bajo el pretexto de que la base no está en esa nación y, técnicamente, 'no es territorio soberano'”.
El presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel no sólo considera la decisión como una acción que compromete la seguridad de la isla y de la subregión, también opina que es “una demostración de la brutalidad con que ese gobierno actúa para supuestamente corregir problemas creados por las condiciones económicas y sociales de ese país, la propia gestión gubernamental y su política exterior”.
Finalizando el mes de enero, el inquilino de la Casa Blanca, tras su decreto de deportación masiva, envió a Brasil ciudadanos brasileños esposados y con grilletes en los pies, como si fuesen criminales. Con los migrantes colombianos intentó un método similar, pero el presidente Gustavo Petro lo impidió.
“Día sin inmigrantes”
Más allá del show de Trump, hay una comunidad de migrantes en Estados Unidos movilizándose contra las deportaciones y el trato inhumano que están recibiendo cientos de miles de personas de diversos países.
En una jornada denominada movimiento nacional “Día sin inmigrantes”, llevada a cabo en el centro de Los Ángeles, los manifestantes solicitaron una reforma migratoria y destacaron el aporte de los migrantes en la economía y sociedad estadounidense, según refiere TeleSUR en su página web.
Además, de acuerdo con el Consejo Estadounidense de Inmigración (AIC), una organización desligada de partidos políticos, con sede en Washington, precisó que la deportación masiva generaría “un gran shock en varias industrias” afectando principalmente a los sectores de la agricultura y la construcción, allí donde los ciudadanos gringos no quieren poner las manos.
Los migrantes indocumentados no sólo representan la fuerza laboral que crea una demanda de bienes y servicios. El Instituto de Política Fiscal y Económica (ITEP), señaló que los inmigrantes irregulares pagaron US$ 96.700 millones en impuestos en 2022.
Mientras que la Universidad de Nueva Hampshire en 2024 reveló que el PIB de la economía estadounidense se contraería entre 2,6 y 6,2% en una década si se llegase a concretar el plan de Trump, que es deportar al menos siete millones de personas con estatus ilegal en ese país.
La migración es un derecho humano estipulado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y, gracias a su política exterior de invasiones, bloqueos y sanciones, Estados Unidos las ha provocado por años. Quienes gobiernan ese cúmulo de estados, son los verdaderos criminales en esta historia mal contada.
Finalmente, muchos consideran las medidas trumpistas como miedo a los pobres: aporofobia. Yo quiero creer que Trump le tiene miedo a una revolución.
POR SARAH ESPINOZA • @sarah.spnz
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ