13/03/25. “La juventud de hoy ama el lujo. Es mal educada, desprecia la autoridad, no respeta a sus mayores, y chismea mientras debería trabajar. Los jóvenes ya no se ponen de pie cuando los mayores entran al cuarto”. No lo dijo mi tía la beata, ni mi primo el sargento, ni yo, una apologista de las bonitas formas. Lo dijo un “influencer” de la antigüedad llamado Sócrates, en una sucesión de maledicencias en contra de esa muchachada malandra de hace 2500 años, cuando el hampa seria se imponía en la malograda Atenas y hacía suponer la debacle de la humanidad gracias a las sinvergüenzuras de la juventud.
“Si quieres ser alguien, no puedes ser tú/ tienes que ser alguien, que no seas tú/ y si quieres ser tú, no vas a ser nadie/ solo serás tú…”.
Una sarta de insidias por el estilo recayó sobre un muchacho díscolo que a mediados de los años cincuenta escandalizó a la sociedad puritana de su época por sacudir con soltura sospechosa sus blandas caderas. El primer reguetonero del que se tiene memoria se llamaba Elvis y le decían “Pelvis” por su liviandad.
Los músicos Catriel y Paco Amoroso son dos chicos al uso. Argentinos pasotas, cautivos del mainstream y seguramente gente sin personalidad, según la fijación histórica con la que los adultos definimos a los chamos. No nos atrevíamos a afirmar ni siquiera si eran capaces de tener una identidad política y mucho menos se nos ocurriría considerar que hubiera algo crítico en sus pensamientos. Lo mismo juramos de Bad Bunny, mote que a duras penas nos atrevemos a pronunciar sólo hasta ahora y luego de despejar ese campo minado de prejuicios que cunde alrededor de todo lo que huele a espíritu joven, una fragancia que se opaca con los años hasta que un buen día nos vemos blandiendo un dedo acusador sobre el acné de esos seres ágiles y desvergonzados.
Lo del puertorriqueño Benito Antonio Martínez Ocasio (así se llama Bad Bunny) nos dejó contra las cuerdas y sin argumentos cuando en su último disco se atrevió a saltar por la tangente y denunciar la gentrificación que sufre su isla amada, donde los poderes fácticos del conformismo boricua y el imperialismo cultural norteamericano están provocando unos estragos de los que ni nos hubiéramos enterado sin tropezarnos con ese álbum inaudito y belicoso titulado Debí tirar más fotos.
Con los argentinos nos sobrevino la incredulidad cuando tras su éxito mundial a partir del en vivo en Tiny Desk de la cadena NPR music, conceptualizaron el cortometraje Papota para burlarse con el cinismo luminoso de la fama. Con humor mordaz, aparecen lidiando con un empresario de acento mayamero (sospechamos de los Stefan) quien les ofrece la gloria a cambio de la fórmula más elemental del show business: esa que pasa por la negación de cualquier principio, incluyendo el muy básico amor propio.
Lo refrendan con la letra de #teta, uno de los fragmentos musicales del corto: “Si quieres ser alguien, no puedes ser tú/ tienes que ser alguien, que no seas tú/ y si quieres ser tú, no vas a ser nadie/ solo serás tú…”. Un manifiesto que no pasa por declaración patriótica pero que traduce una posición firme frente al star system, ese ecosistema plagado de vicios que sabe muy bien metabolizar a sus hijos, para luego devorarlos como Saturno.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta