La verdadera esperanza es veloz,
y vuela con alas de golondrina;
de los reyes, hace dioses,
y de las criaturas más bajas, reyes.
De Ricardo III . W. Shakespeare.
28/03/25. La sensación que causa el personaje Ricardo III, y no por la maltrecha figura a causa de su deformidad, es la de un terrible bufón. Tal vez sea por la forma tan elocuente con la que habla de sí, de su fealdad exterior en correspondencia con su mundo interno. Tanto descaro, y tanto sarcasmo a la hora de asesinar al que se le atraviesa o cómo traiciona y manipula todo a su favor, no es heroica, ni trágica, pero tampoco es cómica… por ello es un bufón, peligroso y nefasto, pero un bufón. Se burla de la realidad, de los valores sociales, es un rey al revés que se convierte en espejo de la sociedad en la que vive. Es decir, una sociedad hipócrita, fea en sus maneras, aunque apostando a una estética fatua a la que este fantoche mala sombra no puede apostar, a pesar de estar ahíto de poder.
...no me imagino al bueno de Donald, cambiando por un caballo ese reino en el que ha convertido su presidencia. Bueno, un caballo no... un cohete podría ser.
Su fuerza es la fuerza que le otorga una sed insaciable de omnipotencia, algo así como que el poder debe ser inversamente proporcional a esa miseria que se expresa en cuerpo y alma. Lo interesante es que su última presencia no genera compasión, ni siquiera él la siente por sí mismo.
Alguien podría alegar que es un perverso, que no siente nada, que en el fondo eso podría justificarlo. ¡Claro! No siente, pero sabe una conciencia de todo lo que hace, todo lo que eso significa y sabe el dolor que causa. Sin embargo, a mí me parece que hay algo más que perversidad… que su sed es una especie de venganza contra la vida, y como la acción de venganza nunca quita la sed, se va enroscando en su propio veneno hasta quedar solo, como le pasa a todo poderoso. El mismo personaje, en secreto lo dice comenzando su mandato:
"He tendido conspiraciones, insinuaciones peligrosas, con ebrias profecías, libelos y sueños, para hacer que dos países que podrían ser mis aliados caigan en un odio mortal. Ellos me eran leales, justo como yo soy sutil, falso y traidor". Trump ríe con sarcasmo… y mira al público que está detrás de esa imaginaria cuarta pared. ¡Perdón! Trump no, Ricardo III, el de Shakespeare.
¡No sé por qué ese lapso! Ya el monólogo me estaba saliendo un poco distorsionado. No tomen en serio esas líneas finales… como dije: un lapsus. En realidad no me imagino al bueno de Donald, cambiando por un caballo ese reino en el que ha convertido su presidencia. Bueno, un caballo no... un cohete podría ser.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098