En tiempos en que no es nada fácil salirle al paso a la retórica de las grandes cadenas de comunicación, sobre todo porque la mayoría sucumbe a sus engaños, incluso cuando a través del despliegue de la Inteligencia Artificial la realidad puede ser fácilmente creada y así también formatear las almas, es decir, el pensar, el sentir y sobre todo el actuar, salvar lo comunicacional como sentido de la propia vida resulta indispensable.
Y esto es precisamente lo que a mí me ha motivado a seguir ejercitándolo en esta revista nacida precisamente en tiempo en que los medios de comunicación tradicionales al servicio de la permutación mercantil se afincaron en su tarea de quebrar la realidad como una producción humana al servicio de su propia existencia, es decir, de la sociedad.
Hay que recordarlo: algunos intelectuales, especialmente de universidades privadas ante la avasallante presencia mundial de la imagen-praxis del presidente Chávez, osaron hablar de “presidencia mediática” “hegemonía comunicacional”, como si este ser humano, sin duda extraordinario, gobernase únicamente desde y hacia las cámaras…
Estos intelectuales obviaron por lo menos dos hechos insoslayables e interconectados: 1) el crecimiento de la población con acceso a la televisión por suscripción, con lo cual el cliente podía ver la amplia gama de canales que le permite el paquete de su preferencia, y 2) la proliferación de un sinnúmero de emisoras de radio, incluyendo las religiosas y comunitarias…
Hoy el panorama no solo sigue esa misma línea, sino que además, se cuenta con el impresionante dominio de las conocidas “redes sociales” como TikTok, Instagram y el tradicional Facebook, sin menoscabo de otro más del emporio Meta: WhatsApp, a pesar de la emergencia de Telegram.
Todos estos espacios “virtuales” colaboran de manera muy efectiva a mantenernos “comunicados”, es cierto, pero también, nos incomunican. ¿Qué quiero decir con esto? Veamos.
Por un lado, nos permiten, en tiempo real, vernos las caras, escucharnos… pero también podemos ser víctimas, no pocas veces, de malentendidos, de por ejemplo, creer fielmente en lo que muestra la imagen, la cual bien pudo ser alterada… y así es como se trenzan, por ejemplo, las matrices de opinión”, ante ellas, el “poder desde abajo”, es decir, del pueblo que, con su sabiduría y empatía, ha ido entrenándose en lo que desde hace un tiempo se ha llamado “batalla comunicacional”, porque sí, estamos en una batalla sin tregua… ante el poder hegemónico de los grandes intereses del dominio del capital, necesitamos irrumpir como contraofensiva y en consecuencia, mostrar y demostrar lo que realmente sucede, en especial, en nuestro país del cual se dice muuucho pero, lamentablemente, más allá de nuestro territorio e incluso dentro de él, se sabe poco…
Y esa es la enseñanza que nos dejaron los nefatos días de aquél abril del año 2002, cuando no sabíamos exactamente donde estaba Chávez, el barrio bajó, no como en El Caracazo, en busca de alimentos, en protesta contra el alza de la gasolina, sino en pro de la verdad y volvió a hacerse historia como defensor de su propia sociedad.
Esa es, pienso yo, la razón de que exista la comunicación popular, el boca a boca, el radio bemba, el decir-nos lo que vemos, la denuncia, pero también, la celebración de los logros que hacemos en pro de nosotros mismos, de nuestras comunidades.
Y así nacieron Radio Perola, Catia TV, Al son del 23, ViveTv, Telesur y muchas otras más, y así también CiudadCCS, CiudadValencia… y nuestras otras prensas hermanas en varios estados del país, y esta revista tan fresca, actual, legendaria que es EpaleCCS y aquí estamos, porque sentimos la comunicación como un acto de humanidad, porque no olvidamos que en la raíz misma de nuestra existencia comunitaria reside el potencial dialógico que nos hace seres políticos, conscientes de su propia historia y de la producción de un horizonte socialmente compartido a pesar de sus diferencia, tal es la vida como heteroglosia y no hay otra.
Celebremos pues con la más alta muestra de respeto a las opiniones, la necesidad de seguir informando como seres soberanos de sí mismos, y especialmente a favor de los desposeídos de la tierra porque son ellos el objetivo último de informar, contra toda injusticia, por la verdad, porque como bien sabemos, esta nos hace libres. ¡Sigamos!
Benjamín Martínez
@pasajero_2