Cuando apenas hemos cruzado las puertas del solsticio de verano, y nos preparamos para danzar en el fuego del bautista, sintiendo que somos, una vez más, trascendentes, pienso en las palabras del profeta, quiero decir poeta, aunque en cierta forma un poeta es un profeta y viceversa, si no pregúntenle a quien ha conocido el poder de las palabras…
“Mientras la gente escuche los latidos de su corazón estará escuchando poesía. Basta con palmearnos el pecho para hacer de nuestra caja toráxica un tambor.”, nos dice el poeta Miguel James, con una compleja simplicidad que nos deja perplejos, y nos hace llevarnos la mano al pecho y un poco más abajo y empezamos a resonar, como si todo el sentido se resumiera en aquellas palabras.
Tamborterapia me dirá una amiga mientras me explica el poder de la percusión en nuestras vidas, y empato la frase con otra de una amiga catalana especialista en musicoterapia y la experiencia mística de los “círculo de tambores”
Y es que un tambor en un útero, percusión invaginada, razón jamás quebrada, hilo conductor que demuestra el clímax de toda ancestralidad, pues los tambores no sólo son africanos ni exclusivos de los pueblos indígenas de la América prehispánica, sino que son patrimonio universal, en toda su diversidad, constituyen la más grande metáfora del estar y sentirse vivo.
El tambor y los tambores nos invitan a ser pensados en toda la diversidad de sus formas e inherentes sonidos… Por eso hoy, cuando escribo mientras cae la lluvia en plena madrugada y un eco transparenta el sentido entero de la tierra, pienso en lo que se está haciendo, al menos en Caracas, por estos días:
La misma celebración del Día Nacional del Tambor, el 21 de junio, ocasión para la ahora postergada Expo Tambor 2025, en su tercera edición, como parte del Festival de Tambores de las Costas Venezolanas (FESTACOVE), fundación que además, impulsó esta propuesta.
La celebración del Día de San Juan desde el 23 de junio y hasta el 26 del mismo mes, en varias comunidades caraqueñas, más allá de los pueblos que ancestralmente lo vienen celebrando como Naiguatá, en el Estado La Guaira y Curiepe, en el Estado Miranda.
Así como la avanzada del bloque afro en la próxima XXIV Marcha de Orgullo LGBTIQ+
Todo lo cual, no podemos obviarlo, es posible no solo por aquellas y aquellos que se reconocen partícipes de la herencia afro, sino también de aquellas y aquellos que reivindican el protagonismo de las mujeres desde allí, tal y como lo hacen desde el proyecto Mujer Tambor, como por ejemplo, nuestra querida Mónica Mancera.
Así como también no podemos olvidar el activismo de nuestra querida y combatiente Casimira Monasterios, junto a otras mujeres de la causa afro, que nos siguen enseñando la importancia del tambor en nuestras vidas.
Más que una celebración, el repique de tambores une a caraqueñas y caraqueños como seres que se sienten parte de otra parte, es decir, de una totalidad dispuesta a vibrar en hermandad, es decir, desde los cumbes que somos. ¡Qué suenen los tambores!
Benjamín Eduardo Martínez Hernández
@pasajero_2