24/04/25. Su nombre viene sonando en la escena musical independiente caraqueña. Ananá se ha visto en diferentes escenarios, festivales y en presentaciones más pequeñas o íntimas. El alias artístico es curioso porque puede relacionarse con la piña o no. Durante la cuarentena, estuvo viendo cómo se iba a llamar junto a la ayuda de amigas, hasta que una le propuso Ananá. “¡No!, porque yo no quiero que me estén relacionando con la piña, además la piña es una fruta que te arde la lengua, qué sé yo”, le dijo a la amiga. “Nada, terminó siendo Ananá porque podía ser un juego de palabras con mi propio nombre, es Ana dos veces, y lo sentí más personal. Acá en Venezuela ananá no está asociado a ninguna fruta. Al final, está bien que cada país me quiera asociar con lo que quiera, con una fruta y si no, también”, comentó entre risas la cantautora cuyo verdadero nombre es Ana Gabriela Morales.
El proyecto de Ananá es acústico, ecléctico y latinoamericano, y bebe infinitos sabores musicales. Tiene algo de añoranza y de esperanza...
Es una muchacha jovial, le gusta conversar, echar cuentos, y la risa es una de sus huellas. Así que escucharla es un ejercicio terapéutico. La cantante y compositora caraqueña –quien reside en Argentina, pero en estos momentos se encuentra en su tierra natal-, no viene de una familia musical, aunque sí creció escuchando música y desde pequeña siempre dijo que quería cantar. Fue una inquietud que tenía y fue aflorando. “Mi mamá diría: yo a ella le ponía música desde que estaba en la barriga y por eso canta”, señaló la artista entre risas. En su casa se escuchaba de todo un poco, como muchas veces sucede en los hogares. La joven intérprete dijo que oía desde Mecano, Pimpinela, Juanes, The Beatles, boleros, pop rock y más.

A pesar de recibir clases de guitarra y canto, y participar en grupos colegiales de gaitas, Ananá buscaba más lo autodidacta. Ella recordaba que siempre cantaba temas de otros o les cambiaba las letras, o inventaba canciones desde muy niña. Lo cierto es que estaba destinada al canto.
La mujer latinoamericana como inspiración
“Algún día irás a renacer / de esas flores que un día toqué / Ay qué voy a hacer, qué voy a hacer / con aquellos barcos de papel / navegando por estanques esos días / discutiendo adónde fue”, dice la canción, envuelta en melancolía tanto en la voz como en las imágenes del video, donde se observa a un personaje caminando por las calles de Caracas. Es La pecera de recuerdos, una de las varias composiciones de Ananá, quien trabaja en la producción de sus propios materiales audiovisuales.

Con veintiséis años, ya se ha desempeñado en distintas áreas artísticas: cine, gestión de eventos, dirección de arte, de hecho, es una chica multifacética. En el mundo de la canción, también compone temas propios que hablan sobre la nostalgia, el amor, la introspección y diversos motivos. Al escucharla, es inevitable que no salten algunas de sus influencias, desde Natalia Lafourcade, Silvana Estrada, Ximena Sariñana, Daniella Barbarito, Laura Guevara, las hermanas Constanza y Fernanda Cegarra, y tantas mujeres. Pero la intérprete caraqueña no se queda solamente con las voces actuales, sino que ha buscado los referentes de ellas: Chavela Vargas, Violeta Parra, Cecilia Todd, María Rodríguez. Y en ese mundo de influencias hay figuras masculinas como Simón Díaz, Aquiles Báez, y numerosos creadores.
El proyecto de Ananá es acústico, ecléctico y latinoamericano, y bebe infinitos sabores musicales. Tiene algo de añoranza y de esperanza, y no se sienten el pesimismo ni la negatividad. Es una propuesta refrescante como la piña. Actualmente está trabajando en varias iniciativas, entre ellas aspira a producir un disco con algunas mujeres del mundo.

POR MERCEDES SANZ • @mercedes.jazz
FOTOGRAFÍAS CORTESÍA