17/04/25.- Llegamos a Carmen de Uria luego de tres camioneticas desde El Valle, como caraqueñas perdidas en el monte, la última nos llevó hasta Naiguatá sin saber que ya habíamos pasado el puente. Cuando agarramos de regreso estaba María y Vladimir esperándonos pa' echar pie en esa montaña.
"La tierra rugía, y cuando me asomé en lo más alto del edificio ví como si las olas se tragaban las casas; hubo una erupción fluvial por debajo de la tierra y el olor a raíces de cuando el río arranca la materia vegetal de la montaña permanece en la memoria".
María Gagliardi es memoria viva de este lugar que guarda una historia maravillosa llena de alegrías y tragedias. Es la nieta de propietarios italianos de lo que era la hacienda Carmen de Uria; tenían un proyecto en ese lugar visualizado como una pequeña Venecia. María también es guía turística certificada y técnico superior en turismo, fue ella quien nos acompañó todo el camino de esta ruta y quien, con mucho amor, nos fue sumergiendo en una comunidad que aún resiste a los embates climáticos y capitalistas.

Historia de un pueblo costero
Entrandito María dió play a ese podcast en caliente y fue cuando supimos que,en documentos históricos se dice que para la época de 1670 tenían siembras de cacao en estas tierras, eso fue lo primero que los españoles explotaron y no era más que el fruto de los aborígenes. Los escritos dicen que las haciendas Uria tenían su trapiche, patios de secado, tanques y resguardo del café y mucho más alto está un petroglifo. "Hay caminos ancestrales que casi nadie conoce para llegar al pico, presumimos que Naiguatá anduvo por todo eso", comenta María.
El café y el cacao de esta zona eran rubros económicos de gran envergadura para exportar y cuando llegó la revolución industrial se metieron maquinarias que, para la época, eran innovadoras. Luego países como Colombia empezaron a producir y exportar mucho más y con mejor calidad y al convertirnos en un país petrolero, todo esto pasó a un segundo plano.

“En los años cincuenta llegan a Carmen de Uria mi abuelo y mi abuela y tenían un proyecto llamado La pequeña Venecia y parte de ese proyecto era el edificio. La idea era, no me pregunten cómo, inundar el valle de Uria y hacer la pequeña Venecia, además de eso se hicieron caminos y carreteras hacia la montaña y también banqueo y terraceo en algunas zonas”, contó María.

Al entrar al lugar, rodeado de matices de verdes, gallinas, patos, perros y un burro de seis meses llamado Café, empezamos a hurgar en lo que aún resiste de Carmen de Uria, una estructura que no se llevaron las aguas, en aquella tragedia de lo que era el entonces estado Vargas.

Es como una edificación en ruinas que ahora es patrimonio del estado La Guaira. Lajas, escombros, granito, cartas, vista al mar y una brisa maravillosa disfrutamos en el tope del edificio que daba un aire histórico y que ese lugar salvó a personas en medio de las aguas y rocas que bajaban de la montaña en el año 99. María dice que normalmente no sube a turistas porque puede ser riesgoso, pero sino ¿pa' qué poner los pies ahí?
Pararon las aguas
Luego, un poquito más pa' arriba está la iglesia, ahí en el fondo permanece un cristo sin brazo y ahí es cuando viene el cuento: “El brazo del cristo se va cayendo en el momento de la tragedia, al tercer día terminó de caer y muchos pobladores creen que fue un alto hacia el río, entonces muchas personas le tienen devoción al cristo del brazo caído en Carmen de Uria porque se cree que cuando se cayó fue que pararon las aguas. No han querido reestructurarlo porque es parte de una historia”, pero la iglesia si ha tenido cierto mantenimiento por parte del estado.

Cada 16 de diciembre las veintisiete familias que viven en Carmen de Uria, se reúnen para conmemorar que aún hay vida en el pueblo que se timbra cada cierto tiempo. María sólo tenía once años cuando llovió tres días seguidos, lo que debía llover en un año.

“La tierra rugía, y cuando me asomé en lo más alto del edificio vi como si las olas se tragaban las casas; hubo erupción fluvial, por debajo de la tierra y el olor a raíces de cuando el río arranca la materia vegetal de la montaña permanece en nuestra memoria”, recordó la guía.

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TEXTO NIEDLINGER BRICEÑO PERDOMO • @linger352
FOTOGRAFÍAS VLADIMIR MÉNDEZ • vladimirmendez47@gmail.com / KARINA GARCÍA • @kgarciaro
ARCHIVOS HISTÓTICOS MARÍA GAGLIARDI • @maria_gagliardi_dugarte