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Mujer Bayamesa de Sindo Garay

12/05/25. Las Bayamesas, son 4 canciones históricas cubanas, con un toque patriótico, que llegó incluso una de ellas como himno nacional. La primera, data del 27 de marzo de 1851, y ocurrió al pie de una ventana, como una serenata de reconciliación de Francisco Castillo a María de Luz Vázquez, “¿No recuerdas gentil bayamesa / Que tú fuiste mi sol refulgente…” Pancho Castillo, José Fornaris y Carlos Manuel de Céspedes fueron los autores de esta primera canción romántica y trovadoresca cubana.

Mailenys Oliva señala: La tonada no expiró con Luz, porque, como afirmó Carpentier en su libro La música en Cuba, estaba “destinada a transformarse, al calor de los acontecimientos, en canción patriótica clave”. Sindo contaba que su madre, quien era una cantante excepcional, lo arrullaba cantándole La Bayamesa, de Céspedes, Castillo y Fornaris, todos vinculados a la política, Cespedes incluso, fue Presidente.

Poco más de medio siglo después, en 1918, Sindo legaría a la historia musical cubana su propio canto a la mujer bayamesa. Lino Betancourt reseña en su serie documental Contar la trova: “En 1918, estando en Bayamo, salió una noche con un amigo suyo, que era joyero y relojero, llamado Teleusipo Rodríguez. Estuvieron toda la noche cantando, dando serenatas. Llegaron a la casa por la madrugada, ya despuntando el sol. Sindo se asomó al patio de la casa, y vio una arboleda de mangos y aguacates frondosos, la señora de la casa y había preparado una pequeña cama que le llaman ‘columbina’, para que descansara y él le dijo: ¡Póngamela en el patio!, porque quiero dormir a la sombra de estos árboles.  Ya en el patio vio una pared, o varias, en la que estaban los restos de unas paredes chamuscadas, producto de un incendio, y preguntó lo que ya sabía. Le dijeron: "Sindo, es que las mujeres de Bayamo, antes de que cayera esta ciudad en poder del enemigo, le prendieron fuego a sus hogares". Sindo se quedó pensando, en aquella heroicidad de las mujeres bayamesas. Durmió y, en el medio del sueño, contaba él, que vio cómo las mujeres le daban candela a sus hogares. Cuando fue despertado a las 12 del día: "Sindo, ¡ven a almorzar!", y dijo: "¡Un momento, un momento, démen un lápiz, por favor!". Y en una mesa de mármol que había en el patio, escribió los versos de Mujer Bayamesa. Con guitarra en mano, llegaría después la melodía, de una de las canciones más icónicas de Cuba.

Tiene en su alma la Bayamesa/ tristes recuerdos de tradiciones/ cuando contempla los verdes llanos/ lágrimas vierte por sus pasiones/ Ella es sencilla, le brinda al hombre/ virtudes todas y el corazón/ pero si siente/ de la Patria el grito/ todo lo deja, todo lo quema/ ese es su lema, su religión”.

Hay dos músicos geniales en Cuba, que sin conocimientos musicales, hicieron historia en la música cubana. Me impresiona que ambos decían lo que estaba sonando en su cabeza. Ellos fueron Benny Moré y Sindo Garay. Por eso, volviendo a la Bayamesa de Sindo, sorprende la complejidad musical de la pieza.

Estudiosos de renombre y compositores como Eduardo Sánchez de Fuentes, José y Manuel Mauri, Jorge Anckermann y Manuel M. Ponce, siempre se asombraron, que el autor de la mujer bayamesa y de muchas otras creaciones, “sin saber una sola nota musical, hiciera lo que hizo y que diera el salto que lo adelantó a su tiempo. "

Para 1915, comienzan los entrañables lazos de amistad entre Eduardo Sánchez de Fuentes y el músico mexicano Manuel María Ponce; este último llega a la Habana a mediados de marzo del referido año, en el marco convulso de la Revolución Constitucional ocurrida en México, como apogeo de aquellos movimientos sociales que se produjeron contra la usurpación de Victoriano Huerta y los conflictos entre los grupos revolucionarios de Venustiano Carranza, Emiliano Zapata y Francisco Pancho Villa.

En Memorias de un trovador, encontramos que en la década de los 20, en casa del maestro Eduardo Sánchez de Fuentes, Sindo conoció al célebre compositor Manuel M. Ponce, quien escribiría sobre Sindo Garay: “¿Por qué ese espíritu inculto, casi silvestre, sin caudal de conocimientos indispensables para producir obras artísticas, puede crear melodías bellas y armonizaciones perfectas? ¿De qué lejanas regiones recibirá la luz de la inspiración, que los dedos del rapsoda traducen después en el instrumento amado de Berlioz? Un teósofo opinaría que ese espíritu tan refinado y exquisito, en anteriores existencias habría alcanzado, alto grado de perfección musical, encontrándose ahora sometido, por inescrutables designios, a duras pruebas. ¡Quién sabe! El hecho indudable es que Sindo Garay, ignorando hasta las más rudimentarias nociones de armonía, armoniza sus canciones correctamente, empleando acordes y modulaciones que sólo emplearía, un músico familiarizado con los secretos del contrapunto y la armonía de los románticos del siglo XIX».

Enrico Caruso solo pudo pronunciar la palabra “¡Exotismo!” al oír la música del trovador, y José Marín Varona exclamó: “Se puede pasar de inteligencia a talento, de talento a genio tal vez, pero a fenómeno… ¡Eso es muy difícil!”.

Similares elogios, recibió de Claudio José Brindis de Salas, que se deslumbró ante los giros melódicos y acordes logrados por Sindo Garay en la guitarra; el poeta andaluz Federico García Lorca, como ya lo hemos dicho, lo definió «El Gran Faraón de Cuba»; Eduardo Sánchez de Fuentes le otorgó el calificativo de «El Brujo», pues, según él, sólo así podía justificarse la paradigmática obra garayana.

En su visita a Cuba en 1950, el guitarrista español Andrés Segovia dijo se Sindo: “Este hombre jamás se equivoca al colocar un bajo. Armoniza bien y ¡Qué bien se acompaña con esas manos tan pequeñas!”

Las complejidades armónicas y melódicas de sus obras asombran todavía a los entendidos, incapaces de explicar cómo Sindo podía producir tales maravillas.

 


 

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