09/02/20223. Basta saber que, con la institución de la colonia, ninguna ciudad, pueblo o caserío se establecía sin su iglesia católica adyacente, edificación religiosa que normalmente se erigía mirando hacia el oriente desde donde viene saliendo el sol, siguiendo las disposiciones de las antiguas escrituras que exigían el rezo en esa misma posición. “Porque tu nombre será llamado para siempre por Dios mismo, la paz de la justicia y la gloria del que adora a Dios. Levántate, Jerusalén, ponte en lo alto y mira hacia el oriente, y contempla a tus hijos desde la salida del sol hasta el occidente, por la Palabra de aquel Santo” escribió San Ireneo.
El trazado inicial de la ciudad estaba acompañado por la plaza central, las calles transversales y diagonales y las edificaciones civiles que junto a las católicas, sostenían el peso del máximo poder bajo el incuestionable mandato de la corona española y por ende de Dios. Se estructuró con la idea catequizadora de evangelizar a la mayoría de los pobladores. De ahí que casi todas nuestras tradiciones estén tejidas por la filigrana de los actos litúrgicos y la redención del pecado frente a la amenaza pasiva del inmenso edificio de planta cruciforme y techo a dos aguas. Desde la literatura hasta la música, pasando por la expiación, el castigo y toda la superstición acumulada que nos modeló para sembrarnos el miedo en el cuerpo ante ese destino fatal e impronunciable: la muerte.
El trazado inicial de la ciudad estaba acompañado por la plaza central, las calles transversales y diagonales y las edificaciones civiles que junto a las católicas, sostenían el peso del máximo poder bajo el incuestionable mandato de la corona española y por ende de Dios.
Cualquier repaso por nuestra historia pre y post republicana, se tropieza con la iglesia en alguna de sus esquinas. Desde epicentro de revueltas populares hasta refugio de los condenados que luego serían pasados por las armas de uno u otro bando en pugna, en nuestra eterna diatriba por el monopolio de la razón. Boves y sus desarrapados diezmando a las familias patriotas de Valencia que se guarecieron en la iglesia del pueblo en llamas en 1814, hasta las homilías clasistas o abiertamente racistas de la actual curia católica que reniega de cualquier acto de gobierno o acción popular por connotar ese tufo a rojo comunista.
PECADORES, UNÍOS
El patrimonio arquitectónico religioso no tiene la culpa, y por eso se ha mantenido en silencio resistiendo el paso del tiempo, el olvido y los arrebatos apasionados de todas las facciones que muy poco se detienen a observar su inmenso reservorio artístico, impacto social y trinchera de la fe que en última instancia es buena excusa (así sea fingida) para la piedad.
Incluso en nuestra biografía personal, nadie se salva de concurrir, transitar, temer y ser salvado en una iglesia cualquiera sea su adscripción, desde el hegemónico catolicismo hasta el pujante cristianismo evangélico. Desde los que pasamos por el bautizo y la primera comunión y los delirantes que se casaron o confesaron sus pecados y recibieron su exculpación a través de la hostia, hasta los que recibieron el avivamiento de la llama de Jesús de manos de un pastor sedicioso, ex delincuente redivivo que encontró protección porque se enroló a tiempo en los ejércitos del Señor.
Un empujoncito nunca está de más. El plan Mi iglesia bien equipada, lanzado a los cuatro vientos por el presidente Nicolás Maduro en enero pasado tras un encuentro con el Movimiento Evangélico Cristiano de Venezuela, nació “como un método de restauración y embellecimiento de templos, iglesias y casas parroquiales para que los feligreses cuenten con espacios dignos”. El mandatario arrojó un dato que debe haber sido tomado con recelo por las demás creencias: 2.500 iglesias evangélicas de todo el país recibieron atención el año pasado. Además, fueron intervenidos 1.245 templos con el plan El buen pastor.
CARACAS: CATÓLICA, APOSTÓLICA Y MUNDANA
Para Carlos Cova “Caracas es una ciudad que evolucionó muy rápido. El desarrollo urbanístico se llevó en los cachos a lo largo del siglo XX su patrimonio arquitectónico, una circunstancia que hirió de muerte lo que los sociólogos llaman el ‘sentido de pertenencia’ de sus naturales. Esta demolición permanente ha erradicado de la memoria de las últimas generaciones una ciudad que aún recuerdan los caraqueños de la tercera edad. En ese contexto, lo salvado se convierte en un tesoro. Con esto puede uno tasar el valor de la arquitectura religiosa, la que culturalmente pudo permanecer. Básicamente, la vinculada a nuestra religión oficial (al menos hasta el triunfo de la revolución): la católica, apostólica y romana”.
Monumento histórico del país.
Observador de la ciudad, cronista de sus estampas y fotógrafo, Cova afirma que todas las iglesias tienen su atractivo y hasta podrían explotarse turísticamente. “De algún modo señalan una historia dominada por lo espacial, que quizá tenga más interés que la definida por lo temporal. Su ubicación atestigua la demarcación de una ciudad que debe mucho a la originaria división parroquial. Están regadas sobre el plano urbano componiendo una especie de columna vertebral. Por ejemplo, la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, emplazada sobre la cruz (difícilmente más alusiva) que generaban dos de las más importantes avenidas de su tiempo: Fuerzas Armadas y Universidad”.
Observador de la ciudad, cronista de sus estampas y fotógrafo, Cova afirma que todas las iglesias tienen su atractivo y hasta podrían explotarse turísticamente.
El arquitecto Lesmes Castañeda advierte que todas las edificaciones religiosas coloniales, es decir las erigidas hasta 1830, están registradas como monumento histórico y amparadas por ley. De todas destaca a la iglesia de San Francisco, la cual cataloga como la de mayor acervo patrimonial. Le siguen, a su parecer, las del Dulce Nombre de Jesús de Petare, Nuestra Señora de La Candelaria, la Catedral, pese a haber perdido su techado a dos aguas; Santa Teresa, entre otras, tanto desde el punto de vista arquitectónico como del testimonial-histórico.
Asoma un dato de gran importancia: las iglesias coloniales venezolanas no tienen la prestancia decorativa de las de otras naciones del orbe como Perú y México que eran virreinatos, mientras Venezuela era apenas Capitanía General. Por lo tanto, se trata de edificaciones más bien modestas que destacan por su austeridad, con volúmenes muy sencillos aunque definitivamente interesantes como la neoclásica capilla Nuestra Señora del Carmen ubicada en Campo Alegre, obra de Manuel Mujica Millán, que curiosamente está orientada de norte a sur, y no de oeste a este como es tradición.
EL MORBO DE LA SALVACIÓN
Grazziano Gasparini, en sus obras Caracas a través de su arquitectura y Templos coloniales de Venezuela, hace un notable recuento de la importancia del edificio eclesiástico como centro del mundo colonial, además del mercado y las casas de gobierno. Coincide Luis Felipe Pellicer, presidente del Centro de Estudios de Caracas, para quien, efectivamente, la vida giraba en torno a la iglesia. “Los tiempos, los horarios de las misas, la jerarquización y estratificación de la sociedad caraqueña de ese entonces”. El historiador ejemplifica con la iglesia parroquial de Altagracia, que data de 1614, recinto dirigido a los mulatos o pardos beneméritos, mientras que la Catedral era la de los blancos criollos, es decir de las familias mantuanas como los Bolívar, Lovera, Palacios, Aristigueta, habitantes de los alrededores de la Plaza Mayor. Por otro lado, la iglesia de La Candelaria estaba orientada a los canarios, un estrato inferior, a quienes se les endilgaba despectivamente la condición de “blancos de orilla”.
Cosmopolita y pretendidamente universal, la ciudad ha sabido adoptar otras edificaciones religiosas de procedencia casi exótica a raíz de las migraciones y necesidades particulares que han abierto púlpitos de redención para todo tipo de almas perdidas. La mezquita Ibrahim Al-lbrahim, según los datos oficiales la segunda más grande de América Latina, confluye en un portal místico enclavado en los predios de Quebrada Honda donde armoniza, pese a las discrepancias, con el monasterio San Charbel de la orden libanesa (rito maronita). Un poco más allá, hacia El Recreo, la sinagoga Tiféret Israel, templo judío más grande de Venezuela abierto al público en 1963. La iglesia de San Constantino y Santa Elena en La Lagunita Country Club, de las más originales construcciones de su tipo en el país, dirigida a la comunidad ortodoxa de Venezuela, ensamblada sin clavos ni objetos metálicos en su estructura de madera por artesanos rumanos. La catedral de San Jorge, ubicada en Montalbán, edificio religioso del rito bizantino de la iglesia greco-católica melquita. La iglesia Nuestra Señora de Pompei de la Alta Florida, orientada a la comunidad italiana y muchas más que, a vuelo rasante, revelan una necesidad casi morbosa de los caraqueños y las caraqueñas por la salvación.
POR MARLON ZAMBRANO • @zar_lon
FOTOGRAFÍAS ALEXIS DENIZ • @denizfotografia