30/06/25. Hace poco conversé con la amiga de una amiga, de una amiga, que me habló de su experiencia inusual. Conoció a una persona con sobrepeso, “pero, te estoy hablando de que es gordo, gordo, bastante, gordo”.
Aparentemente, tenían días chateando y saliendo con él, hasta que un día llegó la hora de la verdad: el sexo. Mi interlocutora me contó con asombro que es primera vez que tiene relaciones sexuales con un hombre obeso.
Me confesó que siempre le habían gustado las personas de contextura gruesa, “pero no tanto”, o delgadas. Sin embargo, nunca se imaginó compartir escenas tan llenas de erotismo con alguien con sobrepeso.
Esa vez todo fue diferente para ella. Se descubrió erotizada por su compañero sexual que, de acuerdo con los estereotipos de belleza, no es atractivo físicamente. No obstante, dijo que su conexión con él iba más allá de su apariencia, había “algo en él que me erotizó”.
A medida que fluían sus palabras, traducíamos su inquietud. En esta ocasión, la corporeidad para ella no fue lo importante. Le agradó su forma de hablar, sus temas de conversación, además, contó que descubrió en él a un hombre que empatiza con las vulnerabilidades de otros y otras.
Una persona inteligente y sensible, que la dejó maravillada y logró erotizarla mediante frases que gozaban de coherencia e ideas que compaginaban con las de una persona consciente; cosa que ella no había experimentado jamás.
Pude percibir en sus gestos y en la manera en que narró todo, que le fue muy bien ese día. Pero, ¿por qué ocurre esto? Debe tener un nombre. Yo le comenté: se llama sapiosexualidad. Y, ¿con qué nos comemos eso?
Es un término que se acuña a la atracción sexual y amorosa, hacia la inteligencia y la mente de otra persona. En estos casos, las conversaciones sobre temas filosóficos, políticos, científicos, tecnológicos, entre otros, sumadas a las ideas, a las reflexiones, al análisis del contexto social, mundial y a la conciencia, se convierten en “eso” que provoca, que erotiza, y que, a algunos y algunas, enamora.
Aquí, lo que atrae supera a la musculatura, a los ojos bonitos, a las características tipificadas por los estándares de belleza, supera a un Henry Cavill o a una Dua Lipa (al menos que estos sean inteligentes). Para los y las sapiosexuales, la mente es el principal atractivo y el estímulo para el deseo sexual.
Entonces, amiga de la amiga de la amiga, no eras gordofóbica, eres sapiosexual. Solo que no habías tenido la oportunidad de sentir un tipo de atracción más liberadora. Y así finalizamos este diálogo.
POR SARAH ESPINOZA MÁRQUEZ • @sarah.spnz