11/07/25. Como veníamos diciendo, el plagio artero se perpetra, con premeditación y alevosía, en 1948, en la película La bien pagada, en la cual se interpreta dos veces el bolero de Corona, reseñado como obra de los Hermanos Martínez Gil. Anuncié verla y que hablábamos en esta. Me la vi dos veces.
En una película que están exhibiendo en casi todos los cines de La Habana, utilizan música mía sin mencionar mi nombre para nada... ¡Ese bolero es mío! ¿Por qué han de robármelo, si lo único que tengo en la vida son mis canciones?”.
La verdad, que La bien pagada, esta película musical mexicana de 1948 dirigida por Alberto Gout y protagonizada por María Antonieta Pons y Víctor Junco, era previsible que fuera un culebrón típico de los años cuarenta, pero al menos esperaba que fuera una película de rumbera caribeña, como nos tenía acostumbrados la Pons. En cambio, su director Alberto Gout, nos muestra una María Antonieta, igual con su cintura metralleta de rumbera, pero esta vez, muy glamorosa, con diseños de Armando Valdés Peza, abandonando los ambientes tropicales, convirtiéndose en una mujer citadina, con gustos mundanos y ropa elegante, en una rumbera de cabaret sofisticado, que culminará destruida, tras la reaparición del marido corneado, quien termina de justiciero.
La canción, originalmente titulada Doble inconsciencia de Manuel Corona y posteriormente Falsaria, por la tragedia que refiere, ya venía con un plomo en el ala, –cuenta Elisur Arteaga Nava en su artículo Desvirtuar la perfección y dulcificar la tragedia Falsaria y Salomé–, no era cantada en las reuniones familiares, ni en las reuniones sociales en las que había damas. Era raro escucharla en los teatros. Se oía cantar en las cantinas o sitios en que sólo se reunían hombres. Era el alcohol el que llevaba a los parroquianos a pedir a los tríos que la cantaran. Era obvio que el tono ofensivo a la mujer, marcaba la pauta, pero tampoco era para tanto.
La bien pagá, por su parte, es una canción compuesta por Juan Mostazo con letra de Ramón Perelló Rodenas, que se estrenó en 1936 y fue popularizada por la versión de Miguel de Molina a partir de 1938. Encuadrada dentro del género conocido como copla y con una forma musical de zambra, (la zambra, también conocida como zambra mora, es un palo flamenco originario de los gitanos de Granada), el tema ha conocido dos versiones que difieren líricamente.
A pesar de ser, La bien pagá, –esa canción compuesta por Juan Mostazo con letra de Ramón Perelló Rodenas, la que da el título a la película-, es Falsaria, la canción que funciona de tema reiterativo, en dos oportunidades, a lo largo del film. De hecho, en la primera aparición de Falsaria en la película, encontramos a Fernando Jordán en un bar, libando una botella de Habanero, con un despecho rocolero en pleno desarrollo, con la canción de fondo, a un monólogo interior, que le está corroyendo las entrañas. Los pensamientos violentos de venganza, aturden la mente de Jordán, pero en medio de la vorágine, vence la razón, y fragua un plan infalible. De allí sale borracho y redimido, con la firme intención de develar la traición, y expulsar a la esposa de su casa. Los hace firmar un documento de confesión, y finalmente se va de viaje a Europa, por dos años y medio.
Luego, ya en el lujoso cabaret, donde Carola, se ha convertido en Piedad, la de los diamantes, una costosa meretriz, que canta y baila, al compás de sus caderas, pero antes de saber, que la vedete, es su misma esposa, contado por María Rosa, la room mate de Carola/Piedad, que está con Fernando en una mesa, minutos antes de abordarla, llevarla a su casa, y proponerle que asuma su rol de meretriz.
En el caso de La bien pagada, existen también dos versiones de la vida real. La primera versión narra la respuesta que una mujer da a un supuesto amante que le echa en cara que sólo le haya querido mientras había sido mantenida, acusándola de desagradecida. La originalidad de esta versión está en la crudeza con la que la mujer reconoce su liviandad hasta confesar que ha encontrado el amor sincero en otro hombre.
La versión que popularizó Miguel de Molina intercambia los roles y describe la desgarradora separación de una tormentosa relación en la que el hombre echa en cara a la mujer que siempre tuvo que pagar por su amor y ahora ha encontrado otra buena mujer a la que no tiene que comprar favores.
Mas allá de los vasos comunicantes, de estas canciones que puedan interactuar en la película, lo cierto es que la verdadera historia de Leovigilda Ramírez, la humilde tabaquera, que la necesidad avienta a la prostitución y la convertía en dama nocturna, quedó muy lejos, en la ficción cinematográfica.
Pero ese no es el tema. El tema es el plagio, de los descarados Hermanos Martínez Gil. En su artículo Manuel Corona: Laberintos de una vida, María del Carmen Mestas, deja constancia que, en 1948, el compositor cubano, denunciaba la apropiación de su obra: “En una película que están exhibiendo en casi todos los cines de La Habana, utilizan música mía sin mencionar mi nombre para nada... Se trata de una película: La bien pagada, realizada en México. Ahí cantan un bolero, que hice en el año 1900 dedicado a Leovigilda Ramírez, una obrera despalilladora, y que denominé Doble inconciencia. En la película, se le ha cambiado el título por el de Falsaria, aunque se utilizó la letra y la música originales. ¡Ese bolero es mío! ¿Por qué han de robármelo, si lo único que tengo en la vida son mis canciones?”.
La justicia tardía, llegaría treinta años después: “En visita a México, en 1978, los músicos Carlos Puebla y Rafael Lay lograron hacer justicia al restituírsele a Corona la autoría de esa notoria canción”.
POR HUMBERTO MÁRQUEZ • @rumbertomarquez
ILUSTRACIÓN JUSTO BLANCO • @justoblancorui