21/08/25. El miedo a hacer el ridículo es común en sociedades represoras. La preocupación por cómo nos percibe la gente y el deseo de "encajar" nos llevan a ser muy cautelosas con nuestro comportamiento. Así evitamos tomar riesgos y, con ello, vamos perdiendo oportunidades de crecimiento.
...morir de la risa es mucho más atractivo que morir de rabia o de tristeza. Morir aislados por temor, producto de la ansiedad, estrés y dificultades para establecer relaciones no es para nada atractivo.
Los "valores" sociales nos encierran en una "zona de confort" que nos deja cautivas. Cuando intentamos salir de allí, se nos ve como alguien que se equivoca y nos catalogan de "ridículas" en forma despectiva.
En esta sociedad patriarcal, ser una mujer ridícula es como si nos quemaran vivas en la hoguera. Las "mises" no son ridículas, son bellas. A punta de cirugías y deformaciones de sus cuerpos, pero son bellas. En Venezuela, la concepción de mujeres ridículas —que se rían de sí mismas, que no tomen el rol de la mujer bella tipo miss, que les guste la sencillez o que rompan con los estereotipos establecidos por la cultura del reinado— es algo muy peculiar.
Cuando dejé de preocuparme por hacer el ridículo y solté el miedo a equivocarme, me permití ser más espontánea, juguetona y original. Entonces afloró mi "payasa" y me siento muy bien: humilde, plena y libre.
Al compartir mis historias desde mi "yo ridículo" con el público, siento una conexión asombrosa con gente de todas las edades. Hacer el ridículo conscientemente nos libera. Te invito a probarlo, creo que es una parte natural y valiosa de la vida. Aceptar que nos equivocamos y que no somos máquinas. Lo más liberador es cuando nos reímos con nosotras mismas.
Reír a carcajadas es un gran ejercicio para la salud. Nos liberamos de las ataduras del sufrimiento y del silencio perenne al que nos someten desde la infancia. "Calladita te ves más bonita", nos dicen cuando somos niñas. Cuando crecemos, quieren que mantengamos ese comportamiento para que la voz de otro, generalmente del machista, sí se pueda oír.
Pienso que en las escuelas, liceos, casas de la cultura y en los trabajos en general, podrían existir espacios para enseñar a las familias a reír libremente: rondas de juegos de improvisación y espacios para hacer el ridículo libremente. Abrazando el ridículo podremos conseguir una sociedad más sana, donde la risa pueda ser un bálsamo saludable y no un látigo perturbador.
Afortunadamente, no toda la gente sufre de gelotofobia. Pienso que morir de la risa es mucho más atractivo que morir de rabia o de tristeza. Morir aislados por temor, producto de la ansiedad, estrés y dificultades para establecer relaciones no es para nada atractivo.
Como mujer payasa que soy, les dejo una recomendación: busquen un espacio diario para compartir, desde el humor crítico, la narración anecdótica de su día, riéndose de lo que les pasó, después me cuentan cómo se sienten.
POR NEBAI ZAVALA • @nz_creando
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentint