30/10/25. En el pasado, la inteligencia artificial (IA) fue percibida como mera ciencia ficción. La dicotomía actual radica en que este avance científico-tecnológico puede generar un impacto negativo, al anular la independencia y la identidad creativa de las personas, o, por el contrario, proveer las herramientas necesarias para avanzar rápidamente en un mundo donde la inmediatez es fundamental. Esta ambivalencia genera controversia: se debate si la tecnología de IA debe ser vista como una aliada o como una enemiga amenazante.
Sólo los humanos podemos responder a la pregunta fundamental: ¿por qué escribimos? Aunque el uso de la IA como herramienta ya es cotidiano, la diferencia recae en el peso que le otorguemos...
Les invito a imaginar dos escenarios. El primero, el escenario distópico postapocalíptico, evoca películas de ciencia ficción como Metrópolis (1927) de Fritz Lang, donde se visualiza claramente la marcada diferencia social y el uso de la tecnología por una clase privilegiada para perpetuar su poder, a pesar de que el filme no es sonoro. O pensemos en otra obra emblemática: Dr. Strangelove (1964) de Stanley Kubrick, una parodia que satiriza la Guerra Fría, el ambiente bélico y el manejo de armas nucleares, proyectando la capacidad de destrucción total que poseen las potencias mundiales. El problema surge cuando quienes detentan el poder utilizan estas herramientas desde una irracionalidad supremacista.
Estamos en el año 2025. Las amenazas de una guerra nuclear que podrían extinguir a la especie humana persisten, las desigualdades sociales y económicas son profundas, y la distribución de la riqueza es desigual: unos pocos gozan de privilegios que la mayoría no. Y sin embargo, en este contexto, podemos agradecer la masificación de la IA. Su omnipresencia nos sitúa en un nuevo escenario: la IA está en todo.
El segundo escenario es utópico, pero también postapocalíptico, plasmado en otra obra de Kubrick y Arthur C. Clarke: 2001: Una odisea del espacio (1968). Este film aborda la inteligencia artificial, la evolución humana y la intervención extraterrestre. La película examina la ambivalencia de la tecnología: como lo expresa la propia IA, «la razón pura desprovista de emoción puede ser un peligro mortal para la humanidad». La obra propone un trasfondo metafísico: quizá la conciencia humana deba renacer en otro lugar, superando todas nuestras miserias en una fase de «posthumanidad», cuando las máquinas sean las únicas sobrevivientes en la Tierra.
Centrándome ahora en el punto que me compete: la escritura. Más allá de las proyecciones futuristas, la IA puede ser una aliada fundamental en el proceso de escritura creativa. La cuestión es: ¿Cómo utilizar las herramientas de IA en la escritura sin sacrificar la voz propia, el estilo y el manejo consciente del idioma? Puesto que la IA no es autora de lo que produce —sólo genera y actualiza contenidos—, carece de propósito, experiencia y pensamientos propios, los pilares de la auténtica creatividad humana.
Si usamos la IA para una «tormenta de ideas» (brainstorming), generando rápidamente material, esquemas o estructuras según las pautas dadas (género, estructura deseada y extensión), ¿lograremos resultados satisfactorios?. Creo que si sabemos utilizar la herramienta esto puede contribuir a superar bloqueos mentales e impulsar el inicio de la escritura propia, actuando como una fase de exploración y liberación mental previa al desarrollo crítico y consciente.
Utilizar la IA antes y durante la escritura de un texto permite obtener un bagaje de información preliminar: descripciones rápidas de personajes, ambientes, datos históricos o situaciones específicas. Así, se puede dar rienda suelta a la imaginación y consolidar el hábito de la escritura. Si bien esto no socava por completo el dominio de la escritura, comparto la máxima de una de mis profesoras de dramaturgia: «Se aprende a escribir, escribiendo», no basta con copiar y pegar.
La IA puede asistirnos en el pulido de nuestras creaciones: corrección de estilo, revisión de coherencia y ritmo. Sin embargo, esto debe pasar inevitablemente por el «filtro humano» para asegurar la revisión y la consonancia con lo que deseamos transmitir. La visión y el sentido original de la obra deben mantenerse inalterados.
Sólo los humanos podemos responder a la pregunta fundamental: ¿por qué escribimos? Aunque el uso de la IA como herramienta ya es cotidiano, la diferencia recae en el peso que le otorguemos y en la forma en que elaboremos las indicaciones que le suministramos, sin perder jamás nuestra identidad como creadorxs.

POR NEBAI ZAVALA • @nz_creando
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentint