A través de Telegram, me enteré un viernes tres de septiembre, que el presidente Nicolás Maduro inauguraba un monumento en homenaje al pueblo chino que, durante la Guerra de Resistencia, obtuvo la victoria contra la agresión del fascismo japonés en 1945.
“Hoy se conmemoran 80 años de esa victoria, gracias a la unión de toda China, salvaron la cultura, la historia, y recuperaron más de la mitad de su territorio que perdieron en esta guerra criminal, colonial, salvaje del entonces imperio japonés”, decía el mandatario en compañía del embajador de China en nuestro país, Lan Hu; la vicepresidenta Ejecutiva, Delcy Rodríguez y representantes diplomáticos.
Desde la pequeña pantalla de la red social rusa observé lo que, dos días más tarde, se convirtió en mi nuevo lugar favorito de Caracas y ya les cuento por qué.
Historia, cultura y resistencia
Finalizando la avenida Baralt y comenzando el extremo oeste de la avenida Boyacá o más conocida como Cota 1000, se encuentra el monumento chino. En el lugar, un conjunto de monolitos con el nombre de municipalidades y provincias chinas, abre el camino. Se lee Beijing en el primero de estos, que da continuidad a una larga fila nombres que representan la gran geografía del país asiático.
En el centro de la plaza, se levanta una estructura de color bronce que reúne la mirada de ciudadanos y ciudadanas de la República Popular China. Sus pasos describen la cotidianidad en las calles de ese país, la tecnología, la cultura, la vida en general. Tras esas figuras de hombres, mujeres y niños, una escena de las luchas, simboliza un legado histórico para esa nación.
En esa misma estructura, un relieve de las montañas y la Gran Muralla, mira a las banderas de Venezuela y China, que ondean juntas en lo más alto de una asta, frente al Waraira Repano.
Aprendiendo
El recorrido entre flores, símbolos de historia, y con el verde que se impone al norte y el azul en el cielo, es lo que convierte este nuevo espacio en un lugar para recrearse, ejercitarse y comprender qué pasó en China.
Un grupo de niños era instruido por su entrenador de fútbol sobre los acontecimientos que rondan cada figura: “enfrentaron un imperio”, decía el hombre a los infantes que observaban asombrados cada detalle. Otras personas se entretenían leyendo los nombres de las municipalidades chinas. Más atrás, una madre y su hijo se hacían fotos debajo de las banderas o con la Gran Muralla China de fondo.
El paseo lo hice con Melissa (mi hija) que no comprendía algunas palabras difíciles de pronunciar. Aproveché para explicarle parte de los eventos ocurridos hace ochenta años en el gigante asiático y por qué Venezuela y China construyeron el monumento.
Está genial
Después del monumento, pasando por caminos de jardines y plazoletas, se llega a un conjunto de tres estaciones de gimnasios biosaludables donde tanto infancias como personas adultas mayores y más jóvenes, se estaban ejercitando y jugando en estos dispositivos deportivos.
Allí conversé con algunas Alonso Alvarino, un joven habitante del sector de Cotiza. Me dijo que estaba visitando por primera vez el parque, y que para él “está genial”, porque gracias a los gobiernos de Venezuela y China “se está aprovechando un espacio” que antes estaba abandonado.
“Si se le sigue metiendo, será un punto turístico”, me contó Alonso, que ve en el monumento una oportunidad para que las comunidades de La Pastora, San José, Altagracia y San Bernardino, promuevan el turismo histórico. “Que se formen las comunidades para atender el sector turístico”.
Para jugar, ejercitarse y compartir
Betsy Fernández también conoció el monumento chino ese día. Ella se encontraba en el Parque Infantil con sus hijos, que disfrutaban de varias estaciones de toboganes, casitas de madera con túneles y puentes, y un espacio amplio para correr, jugar y ejercitarse.
Para ella, es importante cuidar el parque y cada una de las instalaciones, ya que se convirtió en un refugio recreativo para niños y niñas de los sectores aledaños.
Más adelante, conversé con Yusmari Maiz, una emprendedora de Cotiza, a quien se le adjudicó un kiosco en el paseo. Allí degusté un rico café con vista al Waraira Repano. Estaba a punto de llover, y el aire frío acompasó el momento. La señora Yusmari me contó que a llegado mucha gente, incluso, “vienen en las noches”.
Este parque recreativo, cultural e histórico se puede visitar todos los días. Sin embargo, una señora mostró preocupación por la seguridad, a lo que un trabajador local respondió: “Hay un comando policial y se construirá otra caseta para reforzar la vigilancia día y noche”.
De hecho, la obra todavía sigue en construcción. Siguen echando colores; pintando dragones, colocando flores. Entretanto, llaman a la conciencia y a cuidar el lugar.