¿Puede haber un intento serio de escritura y lectura de la palabra sin la lectura del mundo?
Paulo Freire
20/09/25. Quizás para algunas personas o quizás muchas, sea difícil darse cuenta del potencial que tienen para transformar la realidad, aunque lo hagan. Y es que el devenir mismo de la industria mediática, más aún en tiempos de Inteligencia Artificial, que por cierto, de “inteligencia” no tiene nada, si la pensamos como forma de realización de la humanidad tan cognitiva como afectivamente.
...su mensaje hoy se torna auténtico paradigma emancipador, tal y como lo encontramos plasmado en sus reconocidas obras: Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad y Pedagogía de la esperanza...
Decíamos que quizás no sea muy fácil comprendernos como sujetos capaces de encontrarnos con otros, con otras voces que además de nombrar-se, pueden establecerse como lo que son, en su singularidad, y eso, para quien lo ignore, es hacer mundo o al menos el primer paso para hacernos humanidad.
Esto último lo asumimos desde el principio de que cada persona –prestémosle atención por favor a la magnitud de este concepto- posee un acervo cultural que la define como tal en un tiempo histórico determinado. Además de su particular carga genética que no se puede obviar, menos en estos tiempos, donde no está demás revisar los aportes del psicoanálisis particularmente junguiano al respecto, quien nos legó un importante aporte sobre el inconsciente colectivo…
Quizás también muchas y muchos crean que leer y escribir “te hace alguien”, sin duda, pero no saberlo tampoco te tacha como ser humano.
Es desde el reconocimiento de este ser humano tildado por el sentido común dominante y me perdonan la redundancia, de ignorante, le apostó Paulo Freire, es decir, lo valoró como lo que es: un sujeto en toda su dimensión: protagónico de sí mismo y de su mundo.
No es extraño, en consecuencia, reconocer en él, en su praxis pedagógica, que no podía ser sino lo que debe ser: liberadora, no es extraño reconocer la frescura de huellas tan socráticas y rousseaunianas como propiamente de los aborígenes, conocedores todos del enorme potencial de la palabra.
La experiencia vital de los seres humanos es, inevitablemente dialógica, es desde el diálogo, desde el ejercicio de la palabra, especialmente oral, que aprendemos a ser, he allí el enorme potencial de la poesía y la narrativa como proveedora de sentido y más ampliamente, de identidad tan colectiva como propiamente individual, pues es un proceso que se da simultáneamente.
Ser alguien es pues, reconocerse en el ejercicio liberador de la palabra, allí se funda la autonomía y la autenticidad. Es en la palabra compartida como un pan, donde se aprende enseñando, siempre que exista la horizontalidad de la praxis pedagógica. Sin duda, esto representa un desafío enorme, pero sin duda, es la forma más efectiva de alfabetizar cuando el alfabeto, para seguir al poeta Eugenio Montejo, es el mismo mundo.
Y eso lo entendió, lo enseñó y lo practicó en la vida cotidiana, Paulo Freire, el maestro brasileño universal, uno de los más reconocidos del orbe.
Existe, por tanto, una no tan sorprendente sintonía entre su legado y la filosofía, la psicología y la teología de la liberación, de hecho quienes hemos incursionado en estas áreas del saber, no podemos obviar su legado.
Al punto de que su mensaje hoy se torna auténtico paradigma emancipador, tal y como lo encontramos plasmado en sus reconocidas obras: Pedagogía del oprimido, La educación como práctica de la libertad y Pedagogía de la esperanza, de esta última hemos extraído el epígrafe que antecede estas líneas como evidencia de la humildad que lo caracterizó.
Ahora que lo recordamos, con motivo de celebrarse un año más de su nacimiento (Recife, Brasil, 19 de septiembre de 1921 – São Paulo, Brasil, 2 de mayo de 1997), invitamos a todas y todos a seguir estudiando y poniendo en práctica la gran herencia que nos dejó.
POR BENJAMÍN EDUARDO MARTÍNEZ HERNÁNDEZ • @pasajero_2
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta