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La ratonera

Ana Teresa Torres

 

 

30/10/25.

 

 

 

 

 

 


Había una vez un hombre encerrado en una ratonera. Era una caja grande de paredes negras con varios orificios. La caja era lo suficientemente grande como para que el hombre no se entumeciera. Podía caminar, correr, brincar. Podía cansarse incluso si la recorría a paso ligero. La caja tenía la suficiente luz para que el hombre no se quedara ciego, podía leer y escribir, y también cerrar los ojos y dormir sin que le molestara la claridad. En la caja había aire suficiente para que sus pulmones se oxigenaran, para que pudiera fumar sin toser. Podía prender un fósforo sin que el aire lo apagara y podía refrescarse en verano con la brisa. La caja contenía suficiente comida para no morirse de hambre, para engordar incluso, pero también había comidas dietéticas si lo deseaba. En la caja había una oficina para que el hombre trabajara y también podía hacer piezas de automóvil, un atril si quería pintar y varias probetas para hacer experimentos. En la caja podían llevarse a cabo actividades variadas porque era lo suficientemente espaciosa y bien distribuida. En la caja había mujeres y bebidas que podían ser utilizadas los fines de semana y vaginas mecánicas y antibióticos contra el chancro sifilítico. En la caja había también un gran tesoro para que el hombre tratara de aumentarlo o peleara si temía que alguien lo disminuyera. La caja contenía también una urna con la guirnalda colocada convenientemente a un lado para ser utilizada si el hombre quería morirse.

El hombre que vivía en la ratonera tenía cuatro ventanas. En los diez primeros años de su vida abrió la ventana 1 y vio que detrás no había nada, solo pintura negra. En los siguientes quince años de su vida abrió la ventana 2 y vio que era la misma pintura. Tardó veinticinco años en abrir la ventana 3 porque temía encontrar lo mismo y cuando la abriera únicamente quedaría una ventana por abrir. Después de haber visto la pintura negra por tercera vez no se atrevió a abrir la ventana 4. Si era igual que las anteriores, no resistiría la decepción, si era distinta y había algo detrás ya no tenía tiempo para buscarlo. Por eso era una ratonera.

 

 

 

 

 

 

 


 De: Cuentos completos (2002).

 

 

Ana Teresa Torres (Caracas, 1945)

 

 

 

 



Escritora, académica y psicóloga venezolana. Novelista, cronista, articulista, ensayista e investigadora. Graduada en Psicología por la Universidad Católica Andrés Bello. Se da a conocer en el campo de la literatura venezolana al ganar el concurso de cuentos de El Nacional en 1984. A partir de entonces comenzó a publicar novelas, ensayos y otros estudios. Entre sus numerosas publicaciones podemos mencionar: El exilio en el tiempo (1990), Doña Inés contra el olvido (1992), Vagas desapariciones (1995), Malena de cinco mundos (1997), Los últimos espectadores del acorazado Potemkim (1999). En 1991, gana el Premio de Narrativa del Concejo Municipal del Distrito Federal de Caracas, a la par del Premio de Novela de la I Bienal Mariano Picón Salas, en Mérida, ese mismo año, siete años después, en 1998, obtiene el Premio Pegasus de Literatura a la mejor novela venezolana de la década, y en el ámbito internacional, se le otorga el Premio Anna Seghers, Alemania en 2001.

 

 

 

 

 

ILUSTRACIÓN: MAIGUALIDA ESPINOZA COTTY

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