18/12/25. El fin de año suele venir acompañado de un ritual silencioso y, a veces, cruel: el de las cuentas pendientes. Miramos el calendario y, casi sin darnos cuenta, permitimos que los números, los de los meses y los de nuestra edad dicten qué es posible y qué es, supuestamente "tarde". Nos han enseñado que envejecer es un proceso que resta, un camino donde las puertas se van cerrando con el peso de los diciembres. Pero hoy, desde esta columna, te hablo en primera persona para proponer un acto de rebeldía: brindemos por el "todavía".
...la vida no es una línea recta que se agota, sino un fuego que, si se alimenta con curiosidad, puede arder con la misma intensidad en cualquier época. Que el año que comienza no sea el "año en que cumplo X años", sino el año en el que todavía me atreví a ser más yo...
El edadismo, ese prejuicio sutil que nos susurra que después de cierta etapa solo nos queda el papel de observadores, es la frontera invisible que debemos derribar. La sociedad nos empuja a creer que el deseo tiene fecha de caducidad y que la ambición es un traje que deja de quedarnos bien al pasar los sesenta o los setenta. Sin embargo, la realidad de quien decide "seguir siendo" es muy distinta. El calendario podrá marcar el paso del tiempo sobre nuestra piel, pero no tiene jurisdicción sobre nuestra curiosidad.
Reivindicar el todavía es un ejercicio de soberanía personal. Decir "todavía aprendo" es negarse a que el cerebro se convierta en un museo de recuerdos; es inscribirse en ese curso de idiomas, entender una nueva tecnología o descubrir un instrumento musical. Decir "todavía me enamoro" es validar que el corazón no se arruga, que la capacidad de conmoverse ante otro ser humano es una constante vital que no entiende de jubilaciones. Y, sobre todo, decir "todavía diseño mi futuro" es la declaración de guerra definitiva contra el estancamiento.
¿Quién decidió que los planes de vida tienen un límite de kilometraje? Existe una falsa creencia de que, al llegar a cierta edad, uno sólo debe "mantenerse". Yo prefiero la idea de expandirse. El 31 de diciembre es, en esencia, una convención humana, una vuelta más de la Tierra alrededor del Sol. No es un muro. Mi futuro no es más corto porque tenga más pasado; mi futuro es más ancho porque hoy tengo más herramientas para construirlo.
Este fin de año, te invito a despojarte de los "ya no" que te han intentado imponer. Esos comentarios que dicen: "¿A estas alturas vas a empezar eso?" o "Eso ya no es para ti". La curiosidad no tiene fecha de vencimiento ni el entusiasmo necesita permiso de nacimiento. El verdadero envejecimiento no comienza con las canas, sino con la pérdida de la capacidad de desear algo nuevo mañana.
Cuando levantes tu copa en la última noche del año, no brindes sólo por lo que pasó. Brinda por tu derecho a la sorpresa. Brinda porque todavía tienes proyectos que te quitan el sueño, porque todavía hay lugares que no has visto y versiones de ti mismo que aún no has conocido.
Envejecer y seguir siendo significa entender que la vida no es una línea recta que se agota, sino un fuego que, si se alimenta con curiosidad, puede arder con la misma intensidad en cualquier época. Que el año que comienza no sea el "año en que cumplo X años", sino el año en el que todavía me atreví a ser más yo que nunca.
¡Que tengas el mejor Año Nuevo posible!

POR KEYLA RAMÍREZ • @envejecer_siendo
ILUSTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta