En cada imagen se escribe la voz de lo que no puede callarse, sobre todo cuando los cuerpos-objetivos se encuentran imposibilitados de pronunciar alguna palabra al respecto.
La compleja relación entre memoria y silencio constituye uno de los nodos dilemáticos que proyecta en nosotros este largometraje dirigido por Ellen Kuras (2023), con la finalidad de resaltar la historia real de la modelo y fotógrafa Lee Miller (New York, USA, 1907-Chiddingly, Reino Unido, 1977).
Leamos, por favor, nuevamente su nombre, hagámoslo desde la acentuación propia de quien necesita escucharse como parte de la humanidad que es y consideremos a esa mujer-ejemplo, constituyente de nuestra condición humana.
Volvamos ahora a la memoria que en tanto condición política de la existencia, se encuentra afectivamente anclada al devenir mismo del ser que se hace en el decir, pero sobre todo en el ver-se.
¿Qué es? ¿Quién es esta mujer-protagonista que desafía el “orden moral” ejemplificado en la vanidad de una revista de moda como Vogue? ¿Por qué decidió registrar lo que no se mostraba?¿Por qué se arrepiente luego de que toma las fotografías del holocausto nazi?
Esta y otras interrogantes nos interpelan desde los fragmentos biográficos que se exponen en la trama en cuestión, pero más allá de esto, desde el desafío que representan no sólo las capturas de escenas-testimonio, sino también en lo que incita en quien contemporáneamente se puede sentir interpelada/o según sea el caso.
En tiempos como los que estamos viviendo, reflexionar sobre la polisemia que este tipo de películas expone, resulta indispensable, pues expande nuestra imaginación sociológica, y narrativo-poética, es decir, ético-moral. ¿Por qué? ¿Qué se inscribe en nuestro cuerpo-mente más allá de los indicios que hemos asomado?
Me niego, una vez más, a realizar cualquier tipo de spoiler, reafirmando así la invitación a la aventura de ser también protagonista de esta película que de alguna manera forma parte de nuestra vida. Sigamos.
Benjamín Eduardo Martínez Hernández
@pasajero_2