Hay una violencia de huella invisible, aquella emanada por los medios de comunicación. La manera de proyectar la belleza de la mujer resalta como un valor impuesto que cosifica y juzga al cuerpo
Por María Alejandra Martín • @maylaroja / Ilustración Jade Macedo • @jadegeas • Astrid Arnaude • @loloentinta
Otra vez es noviembre (contra la violencia hacia las mujeres). En relación a este tema siento que a veces se repiten los abordajes tradicionales en donde la violencia contra la mujer es reflejada desde la huella visible del maltrato y el golpe.
Para quien vive en sociedad y ha sido influenciado a gusto y periodizando a esas varias generaciones que fueron criadas con el televisor, los referentes de ser hombre y mujer influyen en nuestra manera de aprender a tratarnos, amarnos y la televisión en especial ha moldeado por décadas la visión que hombres y mujeres tienen sobre sí mismos(a).
Y la realidad es que en un país donde de una te imponen el prototipo de que aquí viven las mujeres más bellas, una como mujer la tiene difícil y más porque no todas somos como las de la Tv.
A pesar de que poco critico los sentires estéticos de quien por autonomía corporal se somete a densas rutinas de maquillaje, ropa a la moda y tratamientos capilares, esta crítica no se sustenta en juzgar a quien la naturaleza le brindó atributos que se acercan a estos estándares del rostro de la chica de la revista. La crítica reside en hacer un juicio necesario a la imagen proyectada a través de la caja, que es la que desprovee a toda aquella que se sale de los patrones estéticos exhibidos y quien por ende no encaja en una sociedad que en sus calles es diversa, pero eso no es lo que te venden los medios.
El Miss Venezuela, la lucha de los medios de comunicación por posicionar a la mujer accesorio de la temporada, la producción de novelas llenas de alto contenido violento y que reproducen muchos vicios en sociedad, es solo el abrebocas de lo que consigues cuando levantas el velo de esa caja de mentiras. Hasta para vender un caucho se exhibe el culo o busto de una mujer; la mercadería con mujeres atractivas vende más que el producto, vende su cuerpo.
Comunicando con Perspectiva de Género
Prenda su televisor en pleno siglo XXI, diría un pana mío, que los pobres seguimos siendo más, y que muchos aún ven televisión nacional. El cable se puso caro y no todo el mundo tiene Internet para comprar Netflix. En el interior del país aún se ve mucha televisión y en los pocos canales que la señal permite, desfila la parranda de programas de producción nacional de nueva y vieja data y en todos, novelas y seriados juveniles por carajazo.
La violencia, el control, la rivalidad. Las series juveniles son una suerte de mini novelas que te van entrenando en prejuicios y apariencias para luego ser grande y pasarte horas viendo novelas con prejuicios de nivel adulto, pero que reproducen los mismos antivalores. Insanas maneras de “querer” de estos aspirantes a actores e ideas de cómo ser pareja, amigo o enemigo que se taladran en las mentes como, lo normal. Por años decenas de novelas que van de lo mismo, de sol a sol, somos tú y yo. Violencia, banalidad, imposición de criterios estéticos muy desiguales con respecto a la realidad. Pero ¡qué maravilla ser el país de las novelas!
Los programas de variedades son más de lo mismo donde muchachas jovencitas que a pesar de tener tez diferente, parecen reproducciones en serie de la mujer ideal: Portadas, Vitrina, El Avispero, Lo Actual, La Bomba, ¿cuántos llevo ya? ¿En qué carajo contribuye como sociedad tener en la parrilla de los canales más de siete programas de chismes de los famosos? Close up de tetas y culos y mujeres cadáveres que solo están allí, paradas, haciendo un pésimo ejercicio de la comunicación social y moviendo las caderas al ritmo de la música de moda, mientras que los cochinos camarógrafos le hacen zoom a lo que termina siendo un juego de cámara que se va a comerciales entre tetas y piernas. Que se diga, y es importante, que cuando estas actrices entran en edad son reemplazadas por otras, porque la vejez no levanta ranking.
Cuerpo: Territorio de la Mujer
La violencia simbólica, poco enunciada, es transmitida desde pequeñas cuando nos dicen que para ser bellas hay que ver estrellas, y que todas queremos ser princesas, Barbie o miss. En estos ideales no existe amor por la diversidad y el cuerpo con el que nacemos.
Necesario es recordar que no todas podemos ser Kardashians. La tarea de pensar el cuerpo como territorio, la autonomía de poder defender lo que somos, la manera, la diversidad; contribuir a visiones liberadoras de nosotras mismas: más que un cuerpo bonito.
“Nos enseñan a tapar nuestras canas, estar siempre frescas, nos enseñan a tener cintura, la importancia de las tetas y nalgas, lucir impecables, sin ojeras y peinadas; si tienes pelo rulo nunca estás peinada. Se nos incentiva a no aceptarnos, transformarnos para no aburrir, como si todas quisiéramos jugar a ser aspectadas, ¿cuántos productos de cuidado diario debes usar? ¿Cuántos están socialmente asignados a tus compañeros? ¿Por qué lucir molesta, triste, cansada es sinónimo de fealdad? ¿Por qué lucir de la manera en la que verdaderamente somos es un proceso en el que nos negamos y bajo qué mirada creamos esa máscara que usamos hasta para salir a comprar pan? ¿Por qué la mirada de las mujeres y niñas debe estar sujeta a tanta aprobación? ¿Por qué las señales de haber vivido deben ser disipadas? ¿Cuál es la intención tras borrar nuestras experiencias y posicionar una sola forma de belleza?”.
El cuerpo de la mujer desde la mirada de los medios de comunicación, una exposición de carne, un desfiladero de mujeres con belleza en serie expuestas a luces, cámara y acción, tratos crueles y falta de validación por sus ideas. El entretenimiento enfocado en los escotes, rostros de muñeca y en promover mujeres sin alma, deshumanizadas, calladitas y bonitas. Es imposible que estemos en el 2022 y la televisión nacional siga siendo tan retrógrada. Construyamos caminos para contar otras historias sobre nosotras mismas… por eso no veo televisión.