27/04/2023. Toda obra teatral, aún la que todavía no se ha escrito, es una metáfora de la realidad inmediata. De no ser así no se hubiera escrito, no se hubiera llevado a escena, no se escribiría en el futuro. Esta afirmación puede extenderse a cualquier obra de arte, pero estamos tratando de abordar la teatralidad de nuestro presente, de nuestro aquí y nuestro ahora. Estamos diciendo que, desde la primera representación teatral del ser humano, pasando por los trágicos griegos, el Teatro Isabelino, el Siglo de oro, etcétera, se están abordando las mismas condiciones que engendraron la nefasta alegría de algunos imbéciles por la muerte de Tibisay Lucena, o la desesperanza que se nos ha venido instalando como una especie de asaltante incorpóreo y contagioso, o la sospecha de que ciertos monstruos han debido ser confinados mucho antes de que sus garras causaran tantos destrozos.
Cada uno de ellos y cada uno de nosotros estamos siendo representados desde hace unos dos mil quinientos años en casi todo el planeta. El tema de la estulticia, la desesperanza, el engaño, el robo, la vanidad, la traición, el heroísmo, el sacrificio, la indignidad y la indignación han acompañado nuestros rostros, nuestros gestos, nuestras decisiones y nuestras indolencias de manera tan exacta que pareciera que el fantasma creador del teatro nos estuviese expiando para poder recitar, cantar y moverse en un escenario.
Si lográsemos ser testigos cuando muchos de esos hampones que se disfrazaron de valerosos revolucionarios, desfilan hacia un tribunal o un centro penitenciario -digo-testigos de lo que van pensando, de cómo se justifican ante sí mismos, se otorgan perdón y comprensión, para poder seguir andando en esa fila de seres abyectos como si fuesen normales. Si pudiésemos -digo- presenciar eso, seguramente podríamos poner a contraluz sus monólogos callados, reflejarlos como un calco en los miles de parlamentos que durante siglos se han escrito en el mismo tono y con la misma intención.
Podemos hacer lo mismo con nuestra rabia, nuestra frustración. Buscarnos en la obra de Rengifo, Cabrujas, Santana, Ibsen, Lope de Vega y gracias a ello, podemos, también, constatar que si ocurrió y sigue ocurriendo es porque eso también es parte de la naturaleza humana. No para perdonar ¡por favor! sino para estar atentos, recordar que situaciones así han permitido unir a la gente.
Bajo el principio de la solidaridad y la honestidad no podemos olvidar que “la alegría y la vida siempre vencen a la tristeza y a la muerte”.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098