A 66 años de su nacimiento, recordamos al comandante de la palabra visionaria y asertiva, sorprendidos aún por esa habilidad maravillosa que tenía para definir el hecho político y hacerlo del dominio del pueblo, casi como una muletilla. Parlanchín y sabio: una combinación que usó con nobleza para reinterpretar nuestro destino de país redivivo
Por Marlon Zambrano • @marlonzambrano / Fotografías Archivo
No sólo por místico, sino por oportuno, Hugo Chávez construyó, sobre las palabras, tejidas con sabiduría antigua, un camino empedrado de aciertos.
En él se aplica lo que Ivonne Bordelois describe en La palabra amenazada: que “las lenguas no sólo se ‘emplean’, no son sólo valores de comunicación, expresión personal o uso colectivo: contienen la experiencia de los pueblos y nos la transmiten, pero sólo en la medida en que estemos dispuestos a reconocer su capacidad de poder hablarnos”.
Así, cada uno de sus enunciados funcionó con acierto de adivino. Pero no adivinaba, se anticipaba, lo que para el país opositor, y eventualmente enemigo de su causa (la causa del pueblo, en palabras de Juan Domingo Perón), constituía también una afrenta.
En las postrimerías de su desenlace fatal, Chávez rectificó: “Patria, socialismo y victoria” frente a la estocada mortal del cáncer
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Escribió, lleno de odio previsible, Carlos E. Aguilera para El Nacional: “La locuacidad verbal de Chávez en sus prolongadas intervenciones semanales por cadena de televisión y emisoras del Estado, trastocó su mensaje populista y demagógico para convertirlo en un temible individuo con sed de poder que conducía a los pobres, analfabetas e ignorantes masas de hombres y mujeres, por donde le daba la gana con una mezcla de florida retórica revolucionaria antiimperialista…”.
Vaya manera de desconocer los vasos comunicantes de quien le habla a sus iguales.
Podríamos pensar que Chávez, cristiano practicante, se ciñó con devoción al libro del Génesis, donde las palabras no es que reflejan a las cosas, sino que las anteceden.
Dios nombra primero a la luz para que ésta exista, y es la palabra lo que termina con el caos. Un paralelismo que los expertos hallan en la tradición hebrea con el pensamiento platónico e idealista, en el cual las ideas preceden a las cosas.
Como “Funes el memorioso”, de Jorge Luis Borges, Chávez postergaba lo postergable, con la seguridad de que “todos sabemos profundamente que somos inmortales y que, tarde o temprano, todo hombre hará todas las cosas y sabrá todo”.
La forma más patética —y terrible— de evidenciar el poder de sus dictámenes fue serenar el “¡Patria, socialismo o muerte, venceremos!” en sus discursos (frase iniciada con Vicente Guerrero y su “¡la Patria o la muerte!” cuando los mexicanos combatieron contra Estados Unidos en la guerra de 1847, y luego asumida por Fidel Castro con su “Patria o muerte”, tras la invasión de Bahía de Cochinos).
Chávez, cristiano practicante, se ciñó con devoción al libro del Génesis, donde las palabras no es que reflejan a las cosas, sino que las anteceden
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En las postrimerías de su desenlace fatal, Chávez rectificó: “Patria, socialismo y victoria” frente a la estocada mortal del cáncer, como haría cualquier hombre sabio gravemente herido.
Por su condición de veguero, abierto a las anchuras infinitas de la sabana, o simplemente porque tenía pactado un trato de tinta indeleble con la Historia, Hugo Chávez vio, escuchó y sentenció, con la intuición del hombre llano que pocas veces se equivoca, al presentir la inminencia del tornado frente a un cielo destellante.
Los edictos que decretó, a veces disimulados con joda, en tono desenfadado o por pura bravuconada, quedaron instituidos como una regla universal que mantiene en el imaginario la idea de que Chávez era una especie de ser tocado por la divinidad.
Pero no es así; a confesión de parte, él ya no era él (“yo ya no soy yo”, otro de sus grandes cuños), sino cada uno de nosotros.
Aunque un compendio de sus dichos fulminantes no cabría en una enciclopedia, repasamos un apretado resumen de algunos de los más memorables.
“Hasta el 2021”
Fue una expresión tan lapidaria que, a un año de su concreción, muchos estamos a la espera de lo que vendrá. “Gobernaré hasta el 2021”, dijo y levantó las ronchas del odio opositor, que enseguida lo señaló de tirano, pero que no ha podido superar el hecho de que, votación tras votación, Chávez y luego su legado, se han mantenido gracias al fervor popular que ha decidido que la frase se hiciera asertiva por un hecho sencillamente electoral. “Ustedes saben que cuando yo hablo del 2021 estoy hablando del bicentenario de la Batalla de Carabobo”, expresó en 2008 antes de que la reforma de la Constitución permitiera la reelección. Eso sí, próxima la fecha, algunos se preguntan qué vendrá, sobre todo el “escualidismo” que año tras año grita “y va a caer” sin recordar que, en 2011, en acto público, corrigió que no abandonaría el poder sino hasta 2031, tras dejar en manos de la juventud la concreción de los ideales del proyecto revolucionario.
“El neoliberalismo es el camino que conduce al infierno”
Lo dijeron otros y otras antes que él, pero fue durante su mandato, y sobre todo después, que la humanidad se encontró con las evidencias más palpables de que la depredación del capitalismo y su fase superior, el neoliberalismo, nos mantienen entrampados frente a la posibilidad del exterminio. Él lo señaló en mayo de 2002, durante la II Cumbre UE-ALC en España, y en ese momento nadie imaginaba que, casi 20 años después, el mundo estaría paralizado frente a todas las debacles inimaginables del proyecto progresista impuesto por el capital: la degradación absoluta del ambiente, la depauperación de la higiene y la salud y, finalmente, el quiebre de las esperanzas puestas en el mercado, que da muestras del más dramático colapso mientras pone de manifiesto su incompetencia para salvar a la humanidad.
“Ser rico es malo”
Se lo dijo a los empresarios venezolanos en 2005, y agregó que no sólo era malo, sino inhumano. Faltó decir que, además, es inútil porque ni los ricos han podido superar el signo fatal de los tiempos que corren frente a la pandemia del coronavirus. No hablaba, entonces, del hecho de ser rico per se, sino de la manera en que los individuos se hacen ricos y cómo se establecen a partir de ahí las reglas del juego social y de las relaciones humanas. Tan palpable que, el hombre más rico del mundo, Jeff Bezos, dueño de Amazon y otras empresas transnacionales, posee una fortuna de 113.000 millones de dólares, es decir, 15 veces las reservas internacionales de nuestro país con una población de 30 millones de habitantes. Sin embargo, cuando sus trabajadores protestaron para que mejorara sus condiciones laborales en medio de la cuarentena por la covid-19, se “molestó” en incrementar el sueldo en 2 dólares, como mucho, y sólo por horas extras trabajadas.
“Eres un ignorante, Míster Danger”
Tiene tanta pertinencia y era tan visionaria esta expresión dirigida por Chávez contra el presidente de EEUU en 2006, George W. Bush, que parece que la hubiera acuñado ayer contra el inefable actual gobernante Donald Trump. Todo hace presumir que la locución, que sigue: “… eres un burro, o para decírtelo en mi mal inglés, en mi bad english: you are a donkey, Mr. Danger (…) Cobarde, asesino, genocida, eres un alcohólico, Míster Danger, eres de lo peor”, tendrá vigencia eternamente en Norteamérica mientras gobiernen las élites corporativas que ponen y quitan títeres a su antojo.
“Águila no caza mosca”
Fue la manera más concisa y brillante de restarle importancia a una oposición política que, en Venezuela, tiene la característica de hacerse profundamente torpe en la medida en que no logra alcanzar el nivel de su contrincante, primero de Chávez y luego de su heredad. La expresó durante su comparecencia en la Asamblea Nacional para presentar la Memoria y Cuenta de 2012, cuando la diputada María Corina Machado lo interrumpió para acusarlo de los males de la humanidad entera, a lo que Chávez respondió velozmente para dejar en claro que, a la altura de su magistratura y sus reservas morales, no le cabía perder el tiempo ante semejante interlocutora con tan pocos argumentos y escasos recursos para el debate de altura. Una constante de los dirigentes opositores hasta hoy. María León, después, la remató en el suelo.