01/06/2023. Hace dos años viví uno de los acontecimientos más sublimes que hayan presenciado estos ojos, que haya sentido este cuero y que haya movido estas emociones que habitan en mí.
Todo estaba listo para recibirla y el diagnóstico pintaba bonito. Un segundo parto luego de seis años, un peso relativamente bueno a diferencia del primero, un cuerpo preparado y una maternidad deseada profundamente.
Llegó la semana 41 y ella aparentaba estar en un “estado indiferente”, relajada pues, sin una pizca de incomodidad en la panza de su madre, con liquido suficiente y con un plan de parto planificado en la misma casa donde nació Camilo Simón, y la misma donde vive la doula, un espacio maravilloso que le ha abierto las puertas a más de una preñada para traer vida a este plano.
Empezaron las contracciones el 19 de mayo por la tarde, aunque ya se habían manifestado algunas semanas anteriores. Esa mujer guapeó toda la tarde recorriendo el barrio, sube y baja de escaleras y caminata larga esperando el momento, muy serena y tranquila, ella sabía que su primera hija estaba por llegar. Ya a golpe de las ocho de la noche me dijo: “creo que ya es hora, vente a la casa que saldremos de acá a La Mata”. Yo estaba a punto de salir por una invitación a una pizza pero claro, la prioridad era ese nacimiento que, luego de pasar, me hizo renacer a mí también.
Cuando llego a su casa todo estaba revuelto, la maleta sin hacer, el padre de la criatura armando una biblioteca nueva con el vecino, el hermanito mayor jugando tranquilamente, la madre de la preñada empacando la comida y la preñada danzaba con cada contracción en un movimiento circular, con una seguridad de saber lo que hacía y un humor fascinante que me enamoraba. Empecé a meter todo en la maleta y nos dimos cuenta que casi nos íbamos de vacaciones porque eso era ropa, ropa, y ropa y más ropa. Sin duda íbamos muy preparadas y conscientes de lo que nos esperaba.
UN PARTO SIN ESCÁNDALOS
Íbamos en camino y notaba que sus contracciones eran más y más fuertes, el carro vibraba y ella hacía sonidos con su voz mientras apretaba el asiento del piloto, le pregunté: “¿son más seguidas?”, me afirmó con la cabeza y con cara de quejido. Llegamos muy rápido, eran las once y media de la noche y bajando las escaleras iba respirando, sosteniéndose de las barandas y seguía con el sonido que salía de su voz, acompañada de la doula, y al último escalón para llegar a la casa, se vino el famoso tapón mucoso con la fuente de agua que abría paso a la criaturita.
Al bajar las maletas y llegar al lugar la observo sentada en la poceta solo con un top puesto, me le acerco y le digo: “¿Quieres que me quede cerca o prefieres que me aleje?” y me respondió, “como quieras”. En ese momento pensé, “deja las preguntas bobas y asume la tarea que te corresponde”, pues yo fui invitada a registrar audiovisualmente todo ese acontecimiento pero podría decir con seguridad que no fue mi única tarea.
UN ACOMPAÑANTE DE SEIS AÑOS
El hermano mayor iba y venía, se asomaba por debajo de las piernas de las mujeres que sosteníamos a la dadora de vida para ver a su madre sumergida en un coctel de hormonas, puro pa’ dentro, muy en ella y conectando con esa memoria del saber parir. Cuando ella gritaba, él se metía en el cuarto y se tapaba los oídos pues nunca había visto a mamá en un estado parecido, pero en una de esas que salió y dijo, “ya veo la cabeza de Amaranta” y entendió lo que estábamos esperando que pasara.
Fue real, la cabeza de esa bebita venía asomándose por esa flor, mejor dicho, la vagina de ella estaba esfloretada con una cabeza con cabellos saliendo de ella ¿impresionante? claro, era el aro de fuero en vivo y en directo, ya lo había vivido en carne propia, vi cómo nació Luciana y ahora veía cómo llegaba a este mundo Amaranta.
Estuve grabando y tomando fotos todo el rato pero justo cuando el expulsivo, cuando terminó de salir del cuello para abajo, se atravesó la partera y la sujetó para que no cayera en la poceta. Al escuchar su llanto me invadió una emoción muy sincera, solté lágrimas e inmediatamente el espacio se transformó admirando la perfección de la naturaleza.
EL SOSTENIMIENTO DE LA VIDA
Rodeada de mujeres maravillosas parió Diana Scheifes a Amaranta Amarú a las 12:11am del 20 de mayo, junto a su hijo Camilo Simón, su madre Elena, su doula Tamara Petkoff, su obstetra Carmen Mujica, su pediatra Rosalía y su hermana de vida, quien escribe este relato.
Reviví mi parto, sin duda. Reviví ese olor a sangre fresca, a placenta; esa sensación de cansancio pero de satisfacción profunda, reviví estar en esa burbuja de amor y oxitocina que protegía como una leona; reviví la succión en mis tetas mientras veía a Amaranta chupar y sobre todo reviví el olor de una mamífera recién salida del horno pidiendo espacio y tiempo para reconocerse y reconocernos. Gracias Diana, Andy, Camilo y Amaranta por permitirme cuidar, mimar, abrazar y sostenerles desde el amor. Por seguir con-moviéndome a seguir siento cuidadora de la vida.
Hoy Amaranta tiene dos años y es una niña rodeada de amor, apego seguro e interactuando en espacios colectivos. Me dice “Tía Ned” y en su cuidado la he alimentado de mi tranquilidad y paciencia, le he brindado calma y apego a través de mis tetas. Aún me la pide cuando su madre no está y es que cuando hablamos de cuidado colectivo me siento la madre de todas y todos los niños que nacen y que están por nacer.
POR NIEDLINGER BRICEÑO PERDOMO • @linger352
ILUTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta