Como caraqueñidad, nuestro contacto con el transporte público es inevitable, recorrer el valle siempre me ha llevado a preguntarme por los tiempos de antes donde el metro y las rutas urbanas eran inexistentes. Hoy, ante el ritmo agitado de la ciudad: ir al colegio, al lugar de trabajo, y retornar a casa. Sería impensable si no existieran, además del metro “la gran solución para Caracas”, estos autobusitos alternos.
Decadas de este medio de transporte, que te brinda airecito natural y contacto con tu ciudad a través de la ventana; la camionetica en Caracas es mítica y es bien conocido que entre ellas se desarrolla toda una simbología que forma parte de nuestra alma caraqueña.
La que llega hasta Petare, la de avisos rojos con ruta al Ministerio de Educación y que pasa por la UCV, el “recogelocos” de Cotiza a La Florida, la de la avenida Libertador en donde anuncian la escalera como parada, las de la avenida Bolívar y las de La Hoyada, con destino a El Valle en cada una, una solución para un tramo urbano recorrido.
En mi adultez temprana, aún existía la camioneta nocturna, que recogía desde Chacaíto a todos aquellos bochincheros que se quedaban después del cierre del metro rumbeando, y que en el retorno se hartaban de arepas, tomaban café, o la cervecita del estribo. Haciendo paradas en La Solano, subian mujeres con maquillaje chorreado y pies cansados de usar tacón, borrachitos mal portados y grupos de amigos que salían de rumbear en Las Mercedes. Esto es una solicitud pública para que vuelvan, le dieron vida a la ciudad y fueron una solución más solidaria que lo hoy te ofrece una app de traslados. Otra solicitud es infaltable es la del buen trato a los adultos mayores.
La camionetica va vestida con sus forros de gala que incluyen el no fumar, no comer (al que pocos le hacen caso) y el número de teléfono de contrataciones por si quieres hacerle un vestido similar a tu transporte. Es el santuario de quien la maneja, en donde calcomanías, rosarios, zapatos de bebé de los hijos y trapitos, son el ornamento y definen la personalidad del conductor.
Con música de radio, éxitos de bachata, reguetón o salsa, inicia la jornada del camionetero y su peluche invitando a sentarse en el motor a las muchachas guapas y donde treinta vendedores ambulantes, dos predicadores y cuatro cantantes hacen gala de sus talentos. Por fuera cada encava de un color, combinada con el vidrio de su parte trasera que destaca en Caracas por ser la mezcla, de recursos literarios, descalificativos misóginos como si la camioneta se tratara de una mujer, las apodadas “La caprichosa y la cuaima”, las bautizadas con una larga oración en honor a los hijos o padres “Mis tres orgullos”, y las que con inventiva se autoproclaman “La invencible” o “La poderosa”. Existen para solucionarnos la vida. En Venezuela las alzas del pasaje han demostrado ser un disparador de hitos históricos, la camioneta en el transporte público es necesaria para el descanso de quienes trabajan, se mueven por la ciudad y quieren ir sentaditos y con aire, vía sus hogares.