13/07/23. El derecho a concebir ha sido un tema de interés desde el principio de los tiempos. En el pasado los métodos anticonceptivos eran más rudimentarios, el uso y consumo de plantas en forma de brebajes prevenía a las mujeres de tener embarazos no deseados. Debido a la falta de desarrollo científico en función de la gestación, la maternidad acortaba las expectativas de vida de las mujeres, esto no lo digo yo, lo dice la demografía histórica.
Partiendo de esa premisa vemos cómo siempre ha sido desigual el interés por la planificación familiar entre los sexos, y esto pesa sobre los cuerpos de las mujeres. Si miramos la historia moderna de lo que se ha conocido por tiempo como “planificación familiar” son muchos los métodos anticonceptivos -diseñados por los laboratorios- para la mujer, y escasos los creados para los hombres, esto esconde es un profundo machismo.
Por ende la anticoncepción ha recaído en ellas, y es en nosotras donde se manifiestan la mayoría de efectos secundarios de la práctica de estos métodos: aumento de peso, cambios de humor y hormonales, falta o abundancia de menstruación entre otros, son los comentarios que sueles escuchar de compañeras quienes han decidido planificarse.
Parece inaudito que aún hoy en día existan hombres que contra toda norma evitan usar condón, alegando que no sienten o que les incomoda; les da alergia la palabra vasectomía y aun así comentan: “Eso le pasa, porque ella no se cuidó”. Como si el hecho de usar condón previene solamente los embarazos y no las infecciones de transmisión sexual (ITS), que son otro tema, pero para refrescar en nuestro país el cáncer cuello uterino es provocado casi en su mayoría por una ITS como el virus de papiloma humano (VPH) no tratado y es la segunda causa de muerte de mujeres asociada a la reproducción.
En nuestro país la dinámica en torno a los métodos anticonceptivos no escapa de esta realidad cultural, y a ella se le suma las limitaciones económicas para la prevención. Durante el 2018 la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (AVESA) reveló de una muestra país que: “Siete de cada diez mujeres consultadas no utilizaban métodos anticonceptivos y de prevención de infecciones de transmisión sexual, y nueve de cada diez, de entre 15 y 59 años, no han podido planificar sus embarazos”.
Aunque han pasado cinco años de este estudio podría decirse que en nuestra cosmovisión urbana es más común escuchar de mujeres que se colocaron el aparato, toman pastillas o decidieron someterse a procesos quirúrgicos para no concebir. Es tangible que aún es muy difícil en base a la economía acceder a estos métodos.
Además, esta realidad se haya condicionada por componentes de clase, en donde la mujer empobrecida, rural o con hijos es mucho más vulnerable al no poder cuidarse, aunque siempre habrá un odioso que alegue: “Entonces que no tire”, hecho que esconde una profunda irresponsabilidad e ignorancia.
La práctica de la planificación de embarazos debería ser de todas y todos los seres humanos, es el paso previo para las maternidades y paternidades responsables. Es un derecho humano poder decidir cuándo, cómo, dónde, y qué cantidad de hijos se desea tener. Además contrarresta la alta tasa de abortos clandestinos que también ponen en peligro los cuerpos de las mujeres. Porque es bien fácil decir que no aborten y establecer márgenes legales restrictivos cuando no se cuenta con acceso a métodos anticonceptivos, cuando siguen existiendo paternidades irresponsables, machismo y abusos sobre el territorio que es el cuerpo de quienes gestamos.
POR MARÍA ALEJANDRA MARTÍN • @maylaroja
ILUTRACIÓN ASTRID ARNAUDE • @loloentinta