20/07/23.- El espacio que queda entre la espada y la pared es exiguo. Si huyendo de la espada, retrocedo hasta la pared, el frío del muro me congela; si huyendo de la pared, trato de avanzar en sentido contrario, la espada se clava en mi garganta. Cualquier alternativa, pues, que pretenda establecerse entre ellas, es falsa, y como tal, la denuncio. Tanto el muro como la espada solo pretenden mi aniquilación, mi muerte, por lo cual me resisto a elegir. Si la espada fuera más benigna que el muro, o la pared, menos lacerante que el filo de aquella, cabría la posibilidad de decidirse, pero cualquiera que las observe –la espada, la pared– comprenderá enseguida que sus diferencias son solo superficiales. Sé que tampoco es posible dilatar mi muerte tratando de vivir en el corto espacio que media entre la pared y la espada. No solo el aire se ha enrarecido, está lleno de gases y de partículas venenosas: además, la espada me produce pequeños cortes (que yo disimulo por pudor) y el frío de la pared congestiona mis pulmones, aunque yo toso con discreción. Si consiguiera escurrirme (imposible salvación), la espada y el muro quedarían enfrentados, pero su poder, faltando yo entre ambos, habría disminuido tanto que posiblemente el muro se derrumbara y la espada enmoheciera.
Pero no existe ningún resquicio por el cual pueda huir, y cuando consigo engañar a la espada, la pared se agiganta, y si me separo de la pared, la espada avanza.
He procurado distraer la atención de la espada proponiéndole juegos, pero es muy astuta, y cuando deja de apuntar a mi garganta, es porque dirige su filo hacia mi corazón. En cuanto al muro, es verdad que a veces olvido que se trata de una pared de hielo, y, cansado, busco apoyo en él: no bien lo hago, un escalofrío mortal me recuerda su naturaleza.
He vivido así los últimos meses. No sé por cuánto tiempo aún podré evitar el muro, la espada. El espacio es cada vez más estrecho y mis fuerzas se agotan. Me es indiferente mi destino: si moriré de una congestión pulmonar o me desangraré a causa de una herida; esto no me preocupa.
Pero denuncio definitivamente que entre la espada y la pared no existe un lugar donde vivir.
De El museo de los esfuerzos inútiles (1983)
La autora
Cristina Peri Rossi
(Montevideo, 1941)
Narradora y poeta uruguaya. Los temas de sus obras giran alrededor de conceptos como el amor, la libertad del individuo frente a la opresión del poder y el feminismo. Entre sus novelas y libros de relatos destacan Indicios pánicos (1970), La tarde del dinosaurio (1976), La rebelión de los niños (1980); y las recopilaciones de ensayos y relatos tituladas El museo de los esfuerzos inútiles y El ángel caído (ambas de 1983). Otras de sus obras en prosa son La nave de los locos (1984), Una pasión prohibida (1986), Fantasías eróticas (1991), La última noche de Dostoiesvki y La ciudad de Luzbel (ambas de 1992), Cosmoagonías (1994) y Desastres íntimos, Solitario de amor y El amor es una droga dura (las tres de 1999). Recibió el Premio Cervantes de Literatura en 2022.
ILUSTRACIÓN: CLEMENTINA CORTÉS