03/08/2023. El título de este artículo es robado de una de las piezas más emblemáticas de Calderón de la Barca, un dramaturgo del siglo XVII que fue cura y soldado, aunque no al mismo tiempo ni en ese orden. El epígrafe de este artículo es uno de los versos del Gran teatro del Mundo y tanto título como verso nos interesa en un sentido algo distinto al de Calderón
Él aborda el asunto –como era de esperarse de un cura y de un escritor del Siglo de Oro Español- desde una perspectiva teológica en donde la Tierra es un escenario. En nuestro caso en vez de entender “el gran teatro del mundo” como el lugar supeditado a las leyes divinas, nos interesa la posibilidad de ver un aspecto de la actualidad. Un tinglado cuya puesta en escena la han ido instrumentando una serie de idiotas (en el significado etimológico de esta palabra) que sólo son capaces de medir el tamaño de su poder. Con toda seguridad el nuestro es un siglo de oro para estos “winners” que han convertido su estupidez en ríos de dinero a punta de acabar con todo.
“Acabar con todo” no es una frase, es un proceso que afecta la existencia en el planeta y que se inocula como forma de vida, llena de adjetivos seductores.
El asunto es que siguiendo cánones de vida y de percepción, se asume, por ejemplo, que no existe tristeza sino depresión, problema resuelto con una enorme gama de fármacos. La solidaridad es un gesto lindo. En vez de niños, que van a venir a la tierra a sufrir y que quitan el tiempo parejo, es mejor tener celulares recontra arrechos y un perrito “que es como nuestro hijo”. El derrumbe de los icebergs es un espectáculo digno de ver. La contaminación se combate con barquitos, carros y demás pendejadas hechas con botellas de plástico, bolsitas de papel y otras reciclacidades por el estilo.
Las embarcaciones que zozobran con cientos de personas huyendo de la miseria y el terror, en cualquier costa europea, son una mala nota. Lo que sí indigna son las corridas de toros y las peleas de gallos. La muerte no existe sino en noticieros o en cajas rectangulares que imitan madera, con una ventanita mostrando un rostro maquillado, igualito… como si estuviera vivo. En fin, se trata de sentir poquito y liviano. Las artes plásticas están al alcance de tu celu, en museos virtuales y con piezas intervenidas para que se animen. En vez de obras de teatro larguísimas de una hora, te vacilas varias con un trago en la mano, y unos tequeños en la otra. Comamos y bebamos que el gran teatro del mundo se fue al carajo.
POR RODOLFO PORRAS • porras.rodolfo@gmail.com
ILUSTRACIÓN ERASMO SÁNCHEZ • (0424)-2826098